Hoy no sé qué escribir, me siento totalmente bloqueada; el síndrome de la página en blanco, le dicen. El tema de este mes es la muerte, estamos en noviembre. Pienso que es un tema predecible, así como predecible es la muerte.
Tal vez estoy bloqueada para evadir el tema, para negarlo, aunque en varios momentos de mi vida he reflexionado sobre ello. Hoy me rehúso a entrar en esas profundidades.
Sin embargo, tengo que escribir, y no me gusta hacerlo por obligación o compromiso, así que comienzo a buscar inspiración, para que este texto tenga un toque de esperanza —así es como prefiero pensar en la muerte.
Lo primero que se me ocurre: música. Reproduzco una canción que empieza con el melancólico sonido de una armónica mientras evoco la risa de mi abuela Locha, la paciencia de mi abuelo Poncho y cómo mi mamá me recuerda a ellos.
Jamás olvidaré el «guapa, guapa y mil veces guapa» que don Juan, mi abuelo paterno, me decía y cómo puedo ver sus manos en él. Vienen a mi mente los apapachos apretujados de doña María —como le gustaba que le dijeran a mi abuela materna—. Apapachos parecidos les doy a Sofi y Joaquín todos los días.
Mis ojos se llenan de lágrimas al rememorar el abrazo más fuerte y firme que he recibido por parte de mi padrino Taris y cómo su amor sigue presente en la mirada enamorada de mi madrina Morusa cada que habla de él.
Me doy cuenta de que tengo varios años sin probar arroz con leche, pues desde que murió mi tía Teresa no he querido hacerlo; solo ella sabía prepararlo delicioso. Extraño sus reclamos por no llamarla y no visitarla. El remordimiento me asalta, pues se fue sin poderme despedir de ella. Sigue presente en la vida de mis primos.
Ellos son mis amores, los que se han ido. Me consuela pensar que son libres del dolor, la enfermedad y el sufrimiento. Aunque la vida ha seguido a pesar de su ausencia física, los extraño. Agradezco su presencia en mi vida y lo que dejó el paso de su existencia en mi alma.
Mi fe me dice que algún día nos volveremos a encontrar, tal vez no en la forma humana como nos conocimos y compartimos la vida terrenal. Estoy segura de que al unirme a la luz eterna de mi creador, nos reconoceremos y abrazaremos una vez más y, unidos a Él, seremos uno por toda la eternidad.
1 comentario
Añade el tuyo →Muy bonito y más que al escribir te acordaste de tus seres queridos! Igual me pasa al poner el altar, recodar a aquellos que fueron importantes en nuestra vida y agradecer por el tiempo que pasamos con ellos!
Un abrazo macri!