Road trip

Tino y  yo fuimos mejores amigos desde que teníamos cuatro años. Nos conocimos en la fiesta infantil de mi prima Caro. Su mamá es la mejor amiga de mi tía. Durante nuestra primera infancia coincidimos en todo tipo de celebraciones, recuerdo verlo sentado a lado de su mamá con su camisa de manga larga abotonada hasta el cuello, su pelo peinado pulcramente y la mirada fija en un libro de ilustraciones de dinosaurios. A los cuatro años sabía de memoria los nombres y datos de cada uno de esos titanes de la prehistoria. ¡Era un genio! Tino era introvertido, sufría la sociabilidad de su mamá. Hasta que me conoció. 

Yo llegaba como un remolino de colores y cintas a salvarlo del aburrimiento, lo jalaba del brazo para llevarlo al brincolín, pasando por la pintacaritas y atascaba su boca con cuanta golosina se cruzaba en nuestro camino. Tino se quejaba:

—¡Mabel! ¡Suéltame por favor!

Diana, la mamá de Tino aseguraba que mi amistad le hacía bien a su hijo por lo que cuando llegó el momento de entrar a primaria, se puso de acuerdo con mi mamá para inscribirnos en la misma escuela. Los dos gritamos y brincamos de alegría cuando recibimos la noticia, no solo nos veríamos en fiestas y las citas de juego que mi mamá y Diana organizaban.

Nuestras madres pronosticaron una futura relación amorosa entre nosotros, se equivocaron. A Tino nunca le interesaron las relaciones de pareja. Por el contrario,  soy una enamorada del amor desde que recuerdo y Tino mi confidente y pañuelo de lágrimas desde que limpió mis mocos cuando Davidcito Hernández quien era mi amor en turno, me dijo a los seis años, que era la niña más fea e insorportable que había conocido. 

Tino decía que desperdiciaba mi tiempo y energía con tanta relación amorosa, fuera real, platónica o hipotética.

—Soy una enamorada empedernida, simplemente no puedo evitarlo, le contesté mientras me encogía de hombros.

Tino y yo éramos inseparables, a pesar de ser tan diferentes disfrutábamos mucho de la mutua compañía. Nos conocíamos muy bien, podría decirse que casi leíamos nuestros pensamientos. 

Llegó el último año de preparatoria, comenzamos a hacer nuestros planes sobre el futuro, por primera vez en catorce años no incluíamos al otro en ellos. Tino quería estudiar en una universidad de Estados Unidos, mientras que yo decidí vivir un año de voluntariado en Kenia. Nuestro tiempo juntos se agotaba, fue duro ver como cada día pasaba más rápido que el anterior. 

Un tarde mientras escuchábamos música juntos en mi casa, se me ocurrió una idea: 

—Tino ¿Qué te parece si hacemos un viaje por carretera juntos?

—¿Un viaje por carretera?—Repitió Tino poco convencido—

—Sí, podemos irnos después de la graduación, regresaríamos justo a tiempo para que te vayas a Boston.

—¿A dónde iríamos?

—¿Importa?

—Claro que importa, no podemos irnos a la aventura.

—¿Por qué no? ¿No te entusiasma la idea de vivir una aventura conmigo antes de empezar la universidad?

Después de dialogar y negociar, Tino accedió no sin antes aclarar que teníamos que estructurar un plan para el viaje. Acepté gustosa. 

La ruta sería: el sureste mexicano. Sentimos como compromiso personal conocer más de nuestro país antes de vivir en el extranjero.

Organizamos nuestro itinerario durante los  últimos meses del semestre, entre proyectos y exámenes finales. Tino no dejó espacio al azar, reservó hoteles, hostales, investigó los mejores lugares para comer, los sitios de interés. Le pedí que además de los sitios tradicionales visitáramos aquellos lugares olvidados y encantadores que existen en casi toda población.

Me encargué de hacer la play list,  Mabel and Tino´s road trip, incluí: Here comes your man de Pixies, We are young de Fun, además de canciones de Caifanes, Soda Estéreo y Los Ángeles Azules. 

Una cálida mañana de verano abordamos el Chevy azul que mis papás me regalaron cuando cumplí dieciseis años. Tino lucía nervioso, no podía ocultar su entusiasmo, una vez más lo arrastré a la aventura como cuando éramos pequeños. 

La primer parada fue la Ciudad de México, visitamos la biblioteca Vasconcelos, comimos quesadillas de queso en el mercado de Coyoacán, caminamos por la colonia Roma, tomamos café en la Condesa y me surtí de chácharas un domingo en el tianguis de la Lagunilla. 

Llegamos a Puebla un martes por la tarde, me sorprendió ver tantas iglesias en Cholula, al parecer una por cada día del año, probamos el mole poblano,  me maravillé con la hermosa Talavera. Tino quiso visitar Africam Safari, nunca fue a un zoológico de niño, le conmovían en exceso los animales en cautiverio y a la vez se moría de ganas por ver un león en vivo. En Africam Safari, Tino volvió a ser ese pequeño de cuatro años que sabía todos los datos de los dinosaurios, ahora recitaba para mí las fichas de datos de leones, hienas, elefantes y antílopes. 

El puerto de Veracruz nos recibió con un calor infernal, no encuentro otra palabra para describirlo, con todo, cada tarde íbamos a El gran café de la parroquia, a tomar un lechero, veía embelesada al mesero elevar la jarrita de leche y dejarla caer en un fino hilo blanco que formaba una espesa espuma al caer, Tino terminaba con bigotes blancos que limpiaba con su lengua. No entiendo por qué si era tan pulcro no usaba una servilleta. Supongo que eran de esas pequeñas rebeldías que se permitía. Quedamos impresionados con las ruinas de San Juan de Ulúa y el bullicio del puerto.

Nos turnábamos para manejar, Tino a pesar de su carácter inseguro, era un excelente chofer, tomaba las curvas de una manera serena y cadenciosa, me sentía segura, yo más atrabancada al manejar, lo ponía de nervios, veía de reojo como cerraba los ojos cada que rebasaba un tráiler.

Entre la espesura de la selva encontramos la zona arqueológica de Palenque con su Palacio,  el Templo de las inscripciones y la losa de Pakal. Al día siguiente nos dirigimos hacia las cascadas de agua azul, una de las paradas que más esperaba, no pude contener las lágrimas al verlas todas revueltas sin su característico color azul, hubo tormentas los días anteriores a nuestra visita por lo que no pudimos verlas en su esplendor. Tino me consoló diciéndome que aún había lugares maravillosos por conocer. 

Campeche es una hermosa ciudad amurallada, por la cual caminábamos todas las tardes, descubrimos rincones inesperados y comí la mejor nieve de mango que he probado en mi vida. 

Nos dirigimos hacia Mérida, comí cochinita pibil (mi comida favorita) hasta el hartazgo, recorrímos en calesa el paseo Montejo con sus antiguas mansiones, al día siguiente fuimos a Izamal un hermoso pueblo mágico que queda de camino hacia Chichen Itzá. Nos bañamos en el cenote Oxman y pasamos una tarde en Valladolid. 

Cuando llegamos a la laguna de los siete colores en Bacalar, la mirada de Tino cambió, evitaba mostrarse vulnerable, incluso conmigo que lo conocía de toda la vida, al ver aquella laguna de cambiantes y profundos azules volteó a verme, con lágrimas en los ojos me dijo: “podría pasar toda la eternidad en estas aguas”.

El regreso a casa fue largo y cansado, a la semana de nuestra llegada, Tino partió a Boston la despedida fue dolorosa.

Tino murió a los 45 años en un accidente de carro, su ausencia física tan definitiva marcó mi vida. Tino fue mi mejor amigo, la única persona que podía ver mi interior, me conocía tan bien que me asustaba. Diana y yo acompañadas de una pequeña comitiva, lanzamos sus cenizas en la laguna de los siete colores.

—¡Qué los siete colores de la laguna te reciban y abracen mi querido Tino! — grité desconsolada.

Pasaron veinte años desde aquel día en que soltamos las cenizas de Tino.  Compré una casita en Bacalar, el mejor lugar para mí siempre fue a su lado.

10 comentarios

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Ayyy me mantuviste leyendo. Súper bien narrado y ese giro inesperado me hizo estar todo el día pensando en porqué se murió Tino!!! Tristeza total.

Muy bueno.

Excelente narrativa me encanto porq me llevo a todos esos lugares solo que el final lo sentí muy apresurado pudiste darle un poco más de tiempo a la historia y después el desenlace fatal. Pero todo excelente

Gracias por leer! Este texto se basa en el viaje que hicieron Mabel y Tino pero habrá más historias sobre su vida y su amistad.

la historia me encantó , la descripciones de los lugares es increíble…pero igual creo q le falto historia personal, que paso en esos años q no se vieron , de que murió, estaba enamorada de él, perdón me quedé picada jajaa

Gracias por leer! este texto tiene como eje central el viaje en carretera, sin embargo habrá más sobre la historia de Mabel y Tino

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