Por Alberto Ruy Sánchez
Este libro me lo regaló una amiga amante de los libros. Tardé casi un año en leerlo, no porque no me hubiera gustado sino porque es una novela que no se puede leer con prisas, requiere su tiempo, su espacio para que las palabras tomen profundidad.
Es una historia de ficción documentada y poética sobre Anna Ajmátova, una de las figuras más representativas de la poesía acmeísta de la literatura rusa. A través de su historia el escritor nos muestra la relación de los artistas con el poder y el poder de la palabra.
Me sucedió algo curioso, conforme fui avanzando en la lectura no dejé de pensar en Antonieta Rivas Mercado, para mi fueron dos mujeres incomprendidas por pensar y sentir más allá de lo permitido. Dos mujeres que lograron vivir porque encontraron su propia voz pero pagaron muy caro ser fieles a su ser, el mundo no estaba preparado para ellas.
Lo único que buscó Anna durante su vida fue a ella misma. Quería perfeccionar su poesía, ser voz de los sentimientos innombrables y vivir la pasión que esas palabras enseñaban. Todo esto para un admirador, artista frustrado y con poder era incomprensible y por eso él, Stalin, se obsesionó con ella buscando a toda costa controlar y poseer su voz, su arte.
“Sin saberlo, un poeta juega muchas veces con fuego. Nunca sabe qué despertará en sus lectores, qué fibras ocultas agita o qué aguas estancadas hace hervir. Y, más desconcertante, qué acciones inusitadas puede sacar a la luz del lector de verdad conmovido.”
Vera Tamara Veridze fue la herramienta con la que pretendió acabarla sin contar que la personalidad salvaje, amable y amorosa de Anna era más fuerte que la KGB, que los fusilamientos masivos y que el totalitarismo del terror. Esta espía termina cautivada y prefiere vivir en los Gulags que traicionarla. Escribe esta historia sobre cortezas de árbol. Me gustó mucho que cada página esté destinada a un capítulo, para mi representan estos trozos de corteza donde ella escribió todo lo que sabía de Anna. La prosa poética de Ruy Sánchez es cautivadora, hubo momentos que leí dos o tres veces un párrafo para volver a paladear la sensibilidad.
«Y qué es lo contrario de la traición. No es la fidelidad. Hay quienes traicionan, a sí mismas y a quienes aman cuando son fieles. Lo contrario de la traición es otra cosa: simplemente ser. Ser plenamente. Y eso ni siquiera tiene que durar toda la vida. Cada amor, vivido plenamente, tiene su tiempo.»
Es un libro que recomiendo ampliamente a aquellos lectores que disfruten de la poesía, de la literatura rusa y de la época del terror con Stalin.
Cierro feliz y agradecida por tener este libro conmigo.
“Ella era muchas. Y todas podían hablar en sus poemas. Podía pasar su libreta favorita de mano en mano a mujeres distintas, con voces bien diferenciadas y, sobre todo, emociones abruptas o sutiles. Todas hablando en primera persona. Lo que una de ellas no podría nunca haber escrito, será dicho por otra, más atrevida, que también será ella.
«Todas las que hay en mí, forman mi río, son mis afluentes, salen, dicen y regresan.»