Mi papá tenía la costumbre de llegar a casa y pedir un café. Ésto podía ser a media mañana, acabando de comer, o a media tarde. Su oficina estaba cerquísima de la casa, por lo que podía ir y venir, cualquier momento era oportuno para él. Para mí, vaya que no lo era. Yo estaba entretenida en mis cosas, las cuales debo reconocer no eran muchas, pero me daba mucha frustración tener que dejar lo que estuviera haciendo, aunque eso fuera ver tele o nada. Mi mamá, preocupada en formarme como una niña agradecida y bien educada, por supuesto que me decía, que fuera a hacer el café, con un no te cuesta nada. Con mi culpa de no ser mal agradecida con mi papá, aún con caras largas y después de muchos ‘ahí voy’, iba a la cocina y calentaba en la estufa en un pocillo un poco de agua o bien en el microondas en una taza, le añadía una cucharada de café y dos de azúcar, a veces un chorrito de leche, si es que lo quería ‘batidito’ y se lo llevaba con un platito abajo, ya que mi equilibrio no era el mejor y siempre se me chorreaba un poco. Este ritual del café me provoco muchas contrariedades durante mi infancia y adolescencia. Me sentia muy enojaba cada vez que tenía que hacerle un café. ¿Por qué me pide un café y no me platica más? Pensaba yo.
Después de fallecer mi papá, me empezó a gustar mucho el café. Un buen día, en esas terapias, constelaciones y cosas que ustedes saben están muy de moda, pude escuchar a la voz de mi papá diciéndome “Güerita, hazme un café”. Al oír ese güerita, escuché junto con él un “ya llegué”, un “aquí estoy”, un “háganme caso”, que nunca se animó a pronunciar, y que nunca tuve la intuición de escuchar entre líneas. Escuche ese “Güerita” en el que no había puesto atención y que es una linda y cariñosa forma de hablarme. Ahora tengo muy claro que todos esos cafés que preparé, seguro muchos menos de los que yo sentí, fueron una pequeñita atención a ese hombre que me dio tanto, a su manera, sin muchas palabras, pero con tanto respeto y amor.
¿Pero qué creen? Ahora no solo me gusta el café. Amo también hacer cafés. Todos los cafés, capuchinos, expresos, lates, americanos, etc. Disfruto seleccionar los granos de café, olerlos, degustarlos. Limpio, cuido, y atesoro mi cafetera. No tengo apego a muchas cosas, pero mis tazas para el café son sagradas.
Hoy, día de los fieles difuntos, me doy cuenta que hacer café es una ofrenda diaria para mi papá. Hacer café es todo un ritual. Un ritual amoroso a mi padre. Una forma de honrarlo.
Sé me acompaña en cada café que me tomo. Aunque no siempre lo haga consciente, sé que ahí está, porque la esencia de nuestros padres está en nosotros mismos, su herencia vive en todo lo que hacemos, su influencia está inmersa en nuestra cotidianidad.
Si alguna vez te he ofrecido un café, en realidad, no fue solo para ti; ese café lo compartiste con mi padre.
12 comentarios
Añade el tuyo →Hermosas vivencias, ahora en su memoria. Sigue tomando café, cosa que yo no hago. Y vaya que también le preparé muchos.
Muy lindo escrito Lumela, como yo pienso una taza de café es más hermoso compartirlo con un familiar o amigo porque una taza de café une la alegría, un aroma, un sentido y un cariño.
Hermana!! Me hiciste llorar, me uno a tus líneas!! Yo también gracias a él adoro el café!! Como lo extraño!!
Ay Lume, me hiciste llorar y recordar. Me encantó tu relato y espero que cuando te vea pueda pedirte un café, para honrar esos momentos que viviste con tu papá
Gracias por tu historia. Me dieron ganas de escribir…
Los granos de café y el agua eventualmente se fusionan en un ambiente apasionado que revelará las esencias más profundas que pasan desapercibidas en su estado apacible. No obstante, el intenso calor que rodea esta fusión será dominado por la paciencia, permitiendo disfrutar del emocionante descubrimiento. Tanto los granos de café como el agua ya no serán los mismos; ahora son uno, y aquél principio dice qué el todo es más que la suma de sus partes.
Así fue la fusión de las reacciones de aquella niña y la rutina del amoroso padre, Él bien sabía que de ese desborde de sentimientos llegaría el aprendizaje que duraría para toda la vida.
Wao… me alegro que te hayan dado ganas de escribir! Me encantaron tus palabras. Esto de escribir se te da! Gracias !
«Mi Lume» también era una forma de decirte y me uno a esos recuerdos, los viví, pero a mí no se atrevía a pedirme café
Recuerdo a Pedro mi gran cuñado, una excelente persona, que nos dió (a la familia) muchos paseos, convivencias y momentos felices.
Lume, qué lindo recuerdo y por supuesto que me hiciste recordar al mío con esa tacita de café.
Lumelita, mil gracias por compartir tantas tazas de café conmigo, me siento muy honrada de tener esos momentos para platicar con alguien a quien quiero y admiro muchísimoooo y ahora creo que hasta conozco un poco de tu papá…
Ahhhhh Lume, gasta hoy lo lei!! Más reciente la muerte de mi papá, me hiciste llorar!!…. mi papá se tomaba su café en el csmpestre. Pero en los ultimos 6, 7 años, que compré
cafetera en la casa yo hacia el csfecito en las mañanas para los 3 en las semanas que yo estaba de visita. Gracias. Un abrazo
🙂 🙂 Gracias por compartir parte de tu esencia Lume.
Espero pronto tomarnos un café. Te quiero Lume.