—¡Tengo tacos de canasta! ¡Tacos de papa y fríjol! ¡Acérquese ´pa almorzar!
Si alguien me hubiera dicho que la vida era así de jija y que pior se pone cuando se trae chamacos al mundo a lo mejor me la hubiera pensado más antes de tener. Que me perdone Diosito por decir tal barbaridad pero es que está bien canijo. Que si no quiso la chichi ahora comprar fórmula, que si el airón se cuela por las ventanas ya se enfermó. Consíguete dinero ´pal pasaje ´pa ir al doctor y luego júntale ´pa las medicinas.
Que lo tienes que llevar a la escuela que está rete lejos pero pues ni modo de no llevarlo porque sino se queda burro y la merita verda´ para mi mejor que vaya porque así me deja hacer mis cosas a gusto. Puedo terminar de lavar cuando todavía hay sol, hacer la comida y, aquí entre nos, también salir a vender estos tacos de canasta ´pa sacar unos centavos.
—Güenas tardes, ¿Qué le doy?
—Dos de papa y dos de frijol, Señito.
—¿Con repollo, salsa y todo?
—Si con todo.
A mi marido no le gusta que ande en la calle pero pues me vale. Lleva en «el otro lado» cinco años y cada vez me manda menos. Cómo no quiere que salga a ver qué consigo. Sino tuviera esta panzota a lo mejor hasta güila me volvía. Bueno, quién sabe porque con el miedo que me dan las infecciones esas, aparte ya ni se me antoja, nada más de pensar que saliera preñada otra vez me da terror y se me arruga todito. Luego la Juanis que se dedica a eso cuando sus chamacos están en la escuela o cuando logra encargarlos con alguien, ya ven cómo la dejó un cliente, chimuela de un puñetazo que porque le mordió la ñonga cuando se la estaba ya saben qué. Ahora le hacen el feo por chimuela y tiene que cobrar más barato, jodida que está la Juanis. Yo pensé que ya iba a dejar de hacer eso pero dice que no sabe hacer otra cosa así que nada más tiene oportunidad pone un ramito de flores en la puerta de su casa y los viejos calientes ya saben que está en servicio.
—¿A usté qué le doy, joven?
—uno y uno sin salsa.
—¿Y hoy porque va a comer tan poquito? ¿Anda a dieta o qué?
—No seño, está timba ya no se baja con nada. Lo que pasa es que hoy ando bien fregado, casi no vendí nada del maíz que me llevo al mercado los lunes.
—La cosa está pesada, edá. No se preocupe mañana Dios proveerá.
Con el perdón de Dios pero que chinga es estar viendo de dónde saca uno ´pa vivir en lo que él proveé. Pensé que casada iba a estar más fácil, no sé por qué pensé esa burrada, será porque la merita verdá yo si me casé enamorada o enculada o algo así. Es más yo era la que se le apersonaba a mi marido en su casa todos los días. Él no me hacía caso que porque yo era una mocosa, cuál mocosa si ya tenía quince. Eso si él tenía veintiocho pero de la cabeza parecía de mi edad. Nunca tuvo novia, no salía a los bailes y ni tomaba. Más yo me empinaba la caguama que me robaba de mi apá.
—Aquí tiene, Ah pero eso si no le falta pal chupe, ¿verdá?
—¡Qué llevada! Pues el chupe me entretiene la tripa y los tacos solo un ´inche ratito.
—Y ´pa la Juanis también tiene. ¡Ah! Es broma, no se crea.
Si estaba yo más despabilada que él pero lo que si nunca había hecho era eso de las relaciones, él tampoco pero parecía que ni curiosidad tenía, en cambio a mi cada vez me picaba más la cucaracha, la panocha pues, pero me daba pena tocarme porque es del diablo todo eso, por eso le dije a Jesús que si ya había tocado a alguna mujer y me dijo que no. Ese día mientras caminábamos hacia mi casa le dije que nos frenáramos tantito en lo oscurito. Le toqué su cosa, parecía liga pero no me quitó así que estuve con la mano a dale y dale hasta que se le puso dura. Por fin me metió la mano y yo parecía charco chacoloteado. Así nos estuvimos haciendo un buen rato hasta que me cansé.
Ya que llegué a mi casa me dio el remordimiento porque aunque no pecamos mucho pues si pecamos. Ni mande dios que se hubiera enterado mi mamá porque seguro me tira los dientes. Una vez me dijo que si yo me dejaba de los hombres era como si dejara que me chupara el diablo. Pues después de hacer eso con Jesús pensé que si así se sentía que te chupara el diablo pues qué rico. Pero ni siquiera lo pensé cerca de mi mamá, capaz me lee el pensamiento y tremenda maltratada que me pega.
—¿Qué le doy Señito?, buenas tardes.
—Seis de papa y seis de frijol. ´pa llevar, con todo, por favor. Que terminé bien tarde de tallar la ropa y ya no alcancé a cocinar. Los niños y yo nos comemos los poquitos que quedan pero mi marido es rete especial.
—No se preocupe. Le eché más repollo ´pa que le queden más buenos.
Total que un día de tanto ir a casa del Jesús me terminé quedando. Descubrí que se la vivía fuera en el sembradío, su mamá se quejaba de que se la pasaba pegado a uno de los campesinos. Me decía que si salía marica pues que yo se lo quitara. Yo no sentía que fuera eso porque en las noches se dejaba hacer y ya hacíamos de tocho morocho. No era así que dijeras bien apasionado pero para mi estaba bien, me quitaba las ganas y no andaba de terco queriendo toquetearme todo el día.
Después de dos meses de vivir ahí le dije al Jesús que había que casarnos porque ya traía dulces en la piñata, o sea ya estaba esperando chamaco. Puso cara de plato pero se hizo la boda solo ante el padrecito porque por lo legal no nos dejaron que porque yo era menor de edad y la manga del muerto. Para ese entonces ya casi tenía dieciséis.
Nació mi chamaco, El Kevin de Jesús, tan chulo de bonito que nos quedó. Por ´ay de sus dos meses nos trepamos, Jesús y yo, a la estaquita que lleva a la gente a la ciudad. Tapé requetebién a mi niño porque la polvadera estaba cañona, nada más me asomaba de vez en cuando entre la cobijita para ver que respirara. Me entró la urgencia de tener su acta de nacimiento porque de repente un día el Jesús llegó bien contentote a decirme que se iba a los Yunates. Un pollero lo iba a pasar pero tenía que irse a la de ya al otro pueblo para salir con los demás. Que su primo José, que ya llevaba cuatro años por allá, le iba a prestar el dinero ´pa la cruzada. Así que ahí nos tenían parados en el registro, con la tripa vacía pero con el buche lleno de polvo, haciendo fila para que cuando nos recibieran dijieran que por yo ser menor de edad tenían que registrarlo con mis dos apellidos, o sea como si juera hijo de mis papás. Están bien pinches locos les dije. Este chamaco tiene padre y madre, si soy menor de edá pero pos ya nació y tiene que tener su nombre como Dios manda. Nos salimos de ahí bien encabronados, más yo que él. Nos retachamos en la camioneta que por poco nos deja por andar yo alegue y alegue.
Jesús se jue y por primera vez me llegó el sentimiento, así como un nudo que te aprieta el cogote. Como dice la canción los caminos de la vida no son como yo pensaba… Terminé tragándome mi orgullo y regresé sola al registro, al mes siguiente, para que mi hijo terminara como mi hermano, pero eso sí con su acta de nacimiento. Pobre mi Kevin de Jesús.
—¡Ay chamaco! Ya casi recogía el changarro, pero todavía tengo tacos. ¿Cuántos quieres?
—Oiga, pero ¿me fía? Ya sabe que soy de confianza, mañana se los pago.
—¡No me hagas eso! Todos andamos igual de pelas. Bueno pues mañana sin falta me pagas porque no me gusta andar cobrando, ¡eh!
´Ora Jesús parece otro desde que se jue. El cree que no tengo feis porque cuando él estaba en el pueblo todavía no nos instalaban la antena del güifi. Está rechafa la señal y celular se cae de viejo pero ahí de vez en cuando le da la gana funcionar. Tons le mandé solicitud de amistad con un perfil falso, primero puse una foto de una buenota enseñando las nalgas para llamar su atención pero nunca aceptó la solicitud, entonces se me ocurrió poner a un bato bien buenote. Casi me voy patrás cuando veo que me aceptó y hasta corazoncitos me comentó. En un click hallé confirmación a mis dudas y a las de mi suegra. Bien feliz que anda dándose vida de gringo, a beso y beso con un güerito rete joto y más femenino que yo. Pos ahí entendí que por eso cada vez me manda menos dólares, anda dándole vuelo a la hilacha, mientras nosotros pariendo chayotes ´pa medio vivir.
Y por eso salgo a vender los tacos porque estoy segura que de apoco se va a ir desapareciendo de nuestras vidas y antes de que la familia quede descabezada pues mejor me pongo yo al tiro.
—¿Le ayudo a recoger?
—No sea barbero, de todos modos me tiene que pagar mañana sin falta.
—Ya ve cómo es señito, yo que le quiero ayudar de buena fe.
—Ándele pues, carga las jarras de salsa y córrele que ya mero tengo que ir por el Kevin a la escuela.
A seguir tiznándole que no queda de otra.
2 comentarios
Añade el tuyo →Lo vuelvo a leer y me gusta más y más. Bravo, Denise!!!
Gracias Lumeeee!!!