Mi mejor amiga ha sido parte de mi vida desde que yo tenía siete años. Lo recuerdo muy bien: apareció por primera vez en el patio de la escuela una mañana de octubre; aquel día nació mi hermana menor, y sentí por primera vez la ausencia física de mi madre.
Llegó para acompañarme de una manera muy peculiar.
Al principio no sabía que era mi amiga, no la entendía, me hacía sentir triste, extremadamente vulnerable y con un nudo en el estómago. En muchas ocasiones llegue a vomitar y llorar por su culpa. Mi mamá y mi papá no entendían a esta amiga que me acompañaba a todos lados y que incluso no me dejaba dormir. Intentaron muchas cosas para alejarme de ella, pero era parte de mí.
Fui creciendo y parecía que se iba alejando; sin embargo, ahí estaba: lejos y cerca a la vez. A veces no hacía nada, parecía ocupada con otras cosas, pero yo sabía que estaba ahí, porque me hacía pensar que llegaría en los momentos especiales de mi vida; y aunque estuvo presente como lo imaginaba, se portó bien, me ayudó a graduarme con mención honorífica y a organizar mi boda por medio de listas de pendientes. También estuvo presente de una manera muy sutil cuando nacieron mis bebés.
Me enseñó a ser mamá, pero no me gustó la mamá en que por su culpa me estaba convirtiendo: una mamá sobreprotectora y obsesiva y, sobre todo, una esposa histérica, ausente y agresiva. Ahora sí me arruinaba la existencia, me convertía en un monstruo irracional y me alejaba de las personas a quienes más amo. Decidí hacer todo lo posible por sacarla de mi vida.
Después de muchos años entendí que nunca se irá. Ella y yo somos una misma. Ahora sé que puedo convivir con ella de una manera sana. En verdad es mi mejor amiga y aliada.
En mi esfuerzo por deshacerme de ella he crecido como ser humano. Me ha ayudado a conocer gente maravillosa, como mi psicóloga, acompañantes espirituales y personas que me han enseñado a vivir de una forma más natural y simple. Me ha invitado a leer libros y a escribir para expresarme, y aunque en ocasiones vuelve a aparecer su lado insano, ella misma me ha enseñado a tratarla para que regrese con su mejor cara.
Lo que más le agradezco es que por ella conocí a Dios, esa energía de amor que crea y sana y que me abraza con su paz y esperanza.
Antes me avergonzaba y evitaba que los demás supieran de ella. La escondía con risas y alegría fingidas. Hoy estoy lista para que todo el mundo la conozca.
Les presento, con mucho cariño, a mi mejor amiga, se llama Ansiedad.
6 comentarios
Añade el tuyo →Muy bueno. Te amo con todo y tu amiga.
Me encanta Macri. Tenemos amigas en común. Un abrazo.
Que buen texto Macrina!! Me gusto mucho!
Muy buen texto! Me gusto mucho!!
Muy bueno!!,
Muy bueno y tan cierto!! Gracias