Going down memory lane

Mientras observo cartas, dibujos y los primeros trazos de mis hijos, me pierdo en una época que ahora pareciera haber sido un sueño. Saco bolsas y cajas llenas de estos artilugios mágicos que me hacen viajar en el tiempo a aquel breve instante de felicidad: cuando de pequeños corrían para abrazarme con sus bracitos cortos gritando «mamá» después de un día de escuela.

¿Cómo fue que acumulé tanto? No soy de las que guarda todo. Normalmente pienso que en mi casa o habito yo o las cosas, pues las leyes de la física dicen que no podemos ocupar el mismo espacio. Sin embargo, hice una excepción con estos paquetitos entregados al finalizar cada curso escolar. En cuanto llegaba a casa los guardaba en el clóset del recuerdo, donde quedaron olvidados por años hasta hoy que decidí revisar aquello que en su momento no pude, por la nostalgia de ver a mis hijos crecer sin tregua.

Había olvidado sus garabatos, palitos chuecos y círculos a medio terminar. Sus nombres escritos con letras invertidas. Sus primeros dibujos donde papá era una bola con cuatro palos, dos puntos por ojos y una curva por sonrisa. Su representación de perros, dinosaurios y aviones. Sus dibujos acompañados de frases explicativas como «El príncipe que mató un meteorito».

El corazón no me permite desechar todo, ni mi mente consciente lo desea, así que por un largo fin de semana separo, elimino o archivo cada cosa mientras mi mente viaja por los caminos de la memoria.

«¿Para qué quieres guardar eso, mamá? Son puros rayones malhechos», me pregunta mi hijo de dieciséis años. Me quedo pensando mientras acomodo todo con cuidado en carpetas, ¿cómo le explico que no es por su valor artístico, sino porque como mamá y maestra sé lo que les costó trazar cada letra, cada número? Porque recuerdo sus caritas de orgullo cuando lograban plasmar la imagen creada en su mente; porque escucho su pequeña voz contando una historia fantástica.

Mientras sigo guardando las obras de mi hijo escritor y de mi otro hijo artista, no encuentro las palabras exactas para describir el torbellino de emociones que siento dentro. Finalmente, le contesto que son fotografías del ayer, conservadas para el día que desee visitar nuevamente el pasado y recordar cuando eran mis niños pequeños, cuando la palabra «mamá» lo era todo para ellos.

6 comentarios

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Gracias por recordarmelo, así lo guarde durante muchoa años, hasta que la vida me llevo a otro lugar, entonces tuve que decidir entre el espacio y yo

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