Frente a frente los dos

Él y Ella.
Ella, con lágrimas le pidió que no se fuera.
Él molesto y sin hablar, siguió recogiendo sus cosas sin contestar.

Ella sentía un hoyo en el estómago, mil pensamientos le surgían a la vez.

– ¿Por qué está tan enojado? ¿Cómo lo convenzo de que no me interesa estar con ese amigo que me vio? ¿Y si ya no me vuelve a hablar? 

Se acercó a él, quería acariciarlo, deseaba encontrar su mirada, pero no, él no se conmovió, ni con sus palabras dulces, ni con su mano en el hombro. 

Él terminó de meter todo a su portafolio, y exclamó,  –ya me voy, –con pasos firmes y sin voltear atrás se subió a su flamante caribe, arrancó y se fue.

Ella, se quedó parada ahí, sin tener certeza de lo que había ocurrido.
Revisaba los hechos en su mente sin lograr una explicación. 
Salió de clase antes que él y se había topado con ese amigo simpático con el que nunca había tenido ninguna atracción. Simplemente platicaron de cosas sin importancia. 
Lejos de sentirse molesta, se sentía angustiada y preocupada de perderlo.

Pasó la tarde.
Él no la buscó.

Pasó la noche
Él no la buscó.

Al día siguiente,
ella se emocionó de verlo venir.
Se encontraron en la misma escalera.

Él le dijo secamente –Hola.
Ella contestó – Hola, ayer ya no me hablaste.
Él añadió sin importancia –Estuve ocupado. Y sin más, le tomó la mano.
Ella sintió alivio y siguieron caminando.

15 años después.
Se repite la historia una y otra vez.
Él se arranca indignado.
Ella se queda en casa llorando.
Él vuelve.
Ella no dice nada y hace la cena.
Ahora no siente angustia. 
Siente enojo.