Siéntate, recuéstate, presiona la nariz.
Remedios comunes para la hemorragia nasal.
Lo conoció justo el día en que él y su mamá se mudaron a la cuadra.
La pandilla que María tenía sumaba solo dos personas, las dos únicas amigas que había hecho en el kínder. En la escuela ella era una niña tímida que vivía afligida por no llenar los cánones del estereotipo juvenil que siempre intentaba llenar.
Arturo, un chico de 15 años, hijo de un locutor radiofónico seguro de sí mismo vestido siempre con esa chamarra de piel que era su sello personal. Un niño fresa.
Los hermanos de María eran conocidos por ser los que organizaban las mejores fiestas y reuniones, así que Arturo no tardo en hacerse su amigo; en unos meses prácticamente ya vivía en su casa; jugaban futbol, hacían las tareas juntos, veían televisión y se volvió parte indispensable de las fiestas semanales.
María, como era de esperarse se enamoró y espero con paciencia todo un año para que él finalmente le pidiera ser su novia. Con 13 años empezó su primera relación amorosa con el chico nuevo, baterista, el más popular y guapo.
Lucía la mamá de Arturo, estaba feliz con esta relación, así podría estar tranquila de que su hijo adolescente dejaría la fiesta, el pasarse la vida jugando video juegos, y de poner cierto orden a su cuarto; empezó a incluir a María en sus rutinas diarias para que Arturo estuviera un poco más estructurado.
Un día estando solos se metieron a limpiar el clóset de Arturo, sonaba “Every Little thing she does is magic”. Sus labios se rozaron por primera vez, el corazón les empezó a latir de una manera diferente, el aliento controlado por las mentas de pronto se volvió un sabor a moneda. ¿Qué estaba pasando?
La saliva dulce que habían empezado a sentir en sus bocas se volvió amarga y espesa, la tranquilidad que estaban disfrutando en ese beso lento, paso a ser un momento de locura y desesperación por separarse.
– Arturo, ya llegué. ¿Dónde estás?
Lucía llegó justo en el momento en que de la nariz de Arturo salieran ríos de sangre que manchaban toda la cara de María.
Siéntate, recuéstate, presiona la nariz.
El beso terminó.