Si has sentido encima el peso del elefante que te impide levantarte por las mañanas. Que el cerebro es una mezcla de neblina y recuerdos perdidos. Que te es imposible pronunciar la palabra que quieres decir pues la has olvidado ya. Que todos a tu alrededor sufren tus crisis de llanto, histeria o depresión ¡Bienvenido al club de los incomprendidos!
Ese club donde los doctores te dicen que no tienes nada. Que solo es estrés, que mejor visites un psiquiatra, pues no hay razón para tu enfermedad… palabras mágicas que te transforman ante los ojos de tu pareja en la loca, la depresiva, la cruz que debe cargar. Es entonces cuando te arrepientes de haberle pedido que te acompañe cita tras cita. De recordarle que en las buenas y en las malas prometió estar contigo el día de tu boda. Pues ahora, no solo dudas de tu cordura, sino que tienes quién alimenta la duda cada día. Transitas entonces en una mezcla de sol y lluvia, de cielos grises o azules.
Sigues visitando doctores de todos colores y sabores, hasta que encuentres al chamán que pueda darte un diagnóstico. Piensas que, si alguien te dice que tienes, recuperarás tu reputación, todo mejorará y dejarás de ser la loca de la casa. ¡Cómo recordé a mi abuelo materno! que por años ocultó al mundo que sufría una enfermedad mortal, para evitar miradas de lástima. Eso fue lo que debí hacer, no compartirlo con nadie.
Después de pasar tristezas como perder un bebé, de las dudas de ¿será cáncer?, de los sustos de — tienes un tumor en la hipófisis, diabetes o tu tiroides esta muerta — tuve un diagnóstico que me reivindicaba como cuerda. Ilusa yo ¡claro! no pensé en todo lo que implicaría estar mejor. Por fin, me dijeron que tengo una condición autoinmune, y eso me provocó Hashimoto y Fibromialgia. Escuche al doctor funcional decirme qué era. Doctor google lo confirmó. Estudios tras estudio, dinero y más dinero, para finalmente decirme que adiós pastelitos y galletas, pastas y cereales, huevo y lácteos, y por un tiempo hasta bye bye frutas y leguminosas. Querían que viviera de aire, proteínas y verduras.
Vuelve la locura. Tiro y tiro tentaciones azucaradas de colores. Elimino cosas tóxicas como teflón y plásticos. Investigo hasta crear nuevas neurosis sobre lo que todos en casa respiramos, hacemos, comemos. Solo me faltó asistir a una reunión para reconocer: — Hola, mi nombre es Renata. Soy autoinmune y hoy quiero pedir perdón por imponer una desquiciada dieta a mi esposo, hijos y hasta al can de la familia —.
Al final, es cierto que a todo se acostumbra uno. Pero a tener hambre jamás. Vaya que experimenté la ansiedad de la abstinencia por mi adicción a la azúcar, a los carbohidratos, al queso en todas sus presentaciones. Más eso lo pude sobrellevar, lo que no fueron las respuestas de los que me rodeaban. Al no comprender mi diagnóstico, recibía todo tipo de reacciones extrañas: abrazos de condolencia, miradas de lástima, toqueteos en la cabeza como si fuera un perro, simulaciones de llamadas telefónicas imaginarias para huir de mí.
Recibí infinidad de comentarios de extraños, conocidos, amigos y familiares. Hubo algunos de incredulidad, que yo en el fondo amaba — ¿De veras ni una mordidita de pastel puedes, ni poquito tantito? ¡Está buenísimo! — a lo que contestaba entre risas y lágrimas — ¡Que no chingao! —. Hubo algunos que me alegraban el alma, otros en los que abundaba la insensibilidad y la falta de inteligencia. Entre los desatinados encontré los de los maestros — Todo pasa por algo. Dios sabe por que hace las cosas, quiere que aprendas algo —. Mientras los escucho grito en mi interior ¿Neta? ¿Por qué debo dejar de comer pan para aprender qué? Me encantaría saber la razón porque yo tengo esto y tú no. O también los resolvedores: — Ten buena actitud, eso determina tu destino. Piensa positivo. Vibra alto. Solo ve lo bueno de la vida —. Por dentro pienso: no me des tu solución; como si fuera posible ser un rayito de sol todo el tiempo; por mas determinada que esté, no puedo ser amiga del gluten otra vez.
Luego están los que todo minimizan: — ¿Lo que tienes es mortal? Menos mal no tienes cáncer. Al final todos iremos con Dios, aunque unos van antes. Lo bueno es que solo debes de… (ponle la frase que gustes). Cuando menos ya sabes lo que tienes. — Me encantaría replicarles — Si eso piensas, porque no cambiamos de lugar, así tu conoces a Diosito antes que yo ¿Qué te parece? —. Sé que mi condición es buena pero eso no me quita el recuerdo del chocolate en mi boca, ni las ganas de lo que ahora es prohibido. Los peores son los fatalistas, los que detrás de ti dicen ¿Qué te panzó? y de frente: — ¡Pobre de ti! lo siento muchísimo ¿tan mal estás? Es que te ves fatal. — Trato de justificarlos pensando que lo dicen de verdad, pero me temo que más bien les encanta hacer sentir mal a los demás y encontraron el pretexto perfecto para decir lo que les urgía vomitar. Tal vez ellos son los dignos de lástima, o de un honesto y sonoro — vayan y chinguen a su madre.
No recuerdo cuantas veces contesté: — No estoy al borde de la muerte, sino en un punto de inflexión donde debo cambiar cómo vivo, qué como, cómo duermo, cómo manejo mis sentimientos, y eliminar todo lo que me hace daño — incluyéndote a ti jaja, pensé en ocasiones, dependiendo del interlocutor. Que desgaste explicar que el futuro es un lenguaje que aún hablo, que aún me pueden desear que cumpla muchos años, y no sólo que tenga un lindo día porque quién sabe si llegue al que sigue.
Reconozco que al fin ésta es la naturaleza humana. Yo también he pecado de decir estas frases horrorosas en múltiples ocasiones por no poder ayudar, no saber que hacer, o simplemente porque duele lo que sucede. Es como cuando alguien muere, preguntamos cómo, cuándo, dónde se enfermó, qué tratamientos le dieron, o (ahora en épocas de pandemia) si estaba vacunado. Comprendo que es porque temo que lo que te pasa a ti también me pase a mí. Es terrible reconocer que no tenemos el control sobre lo que sucede, pues con la muerte no hay privilegios. Ella no da otra oportunidad por ser joven. O porque soy madre y mis hijos aún me necesitan.
Hoy, quiero ser más empática: decir un sincero lo siento o reír con recuerdos compartidos. Acompañar.
Así que, Carpe Diem, a vivir el día, seize the day.
El 2021 terminó, éste va hacia su fin y otro comenzará. No me queda más que continuar. Burlarme de mí misma, reírme de mis fallas. Permitirme caer y gritar cuando el dolor llega, la tristeza se instala o se cae el mundo entero. Seguro llegará después la luz que ilumina y calienta mi pedacito en la tierra una vez más. Así va el ciclo de la vida.
¡Ah! Por cierto. Olvidaba decirles que después de todo esto al final el elefante se fue y ya me puedo levantar por la mañana.
11 comentarios
Añade el tuyo →Me identifico contigo en gran parte del texto, gracias por compartir porque así se que no soy solo yo sino muchas mujeres pasando por todo esto♥️
Me emociona encontrar a otras mujeres que han pasado por situaciones similares (con quién podemos identificarnos) y han salido adelante. Me da esperanza y me motiva. Muchas gracias por leer. Un abrazo grande!
Me encantó este post, me acorde en la reunión en la cual nos contaste, y seguramente algunas de las frases que pones las dijimos; pero lo que más me gusto fue el final, ya me puedo levantar por la mañana, te mando un gran abrazo!!!
Muchas gracias por compartir conmigo tu vida. Te quiero mucho Ari.
Soy tu fan número uno, sin conocerte físicamente, te conozco mejor que muchos que te conocen.
Me encantó tu escrito, ya se me había olvidado lo del elefante y me sorprendió como si fuera un cuento, gracias.
Ya espero con ansias tu libro.
Que manera de decir con palabras lo que siente el cuerpo y más aún que los lectores entendamos claramente lo que nos transmites
Te abrazo con cariño
Muchas gracias por compartir tus palabras conmigo. Un abrazo grande de regreso.
Super descrito lo que te sucede, lo entiendo perfecto. Te quiero.
Muchas gracias por leer! TQM
Mi querida Renata! Qué bonito es leerte! Gracias por esta oportunidad de saber más de ti y poder unirnos a través del dolor. Si bien siempre he dicho y estoy convencida que el ser humano ya tiene demasiados retos como para enfrentarse adicionalmente a la angustia de la enfermedad…caramba! Que ya no tenemos cada quien retos suficientes??? Me identifico en gran parte contigo ya que viví una situación similar y muy dolorosa con mi hijo el menor…después de tantas angustia y miles de estudios nos contacta el HITO (Hospital infantil Teletón de oncología) y nos piden permitirles trabajar y buscar soluciones para mi Alex….en fin! Hasta momentáneamente el peor diagnóstico de tumor en el timo y el mundo caído por completo….ahí yo decía y porqué no a mi!!!!! En fin, Dios permite milagros y finalmente seguimos apostándolo todo! Una hipertensión primaria aparentemente por índice metabólico en donde al día de hoy con ayuda de bariatra y el enorme y admirable esfuerzo de mi Alex en dos meses pudiendo bajar más de 20 kilos y en espera de la mejor frase de nuestras vidas al escuchar el alta….te mando Tun abrazo lleno de fe y gran cariño!!!! Estoy para ti!!
Laura, «porque no a mi» esta frase me conmovió profundamente. Muchas gracias por compartir y unirnos en el dolor. Todo cambia en un momento. La resiliencia que escucho en tus palabras me dan esperanza y alimentan el corazón. Te mando un abrazo apachurrado y espero contigo escuchar el alta para Alex. Un beso!