El arte es una herida hecha luz.
—Rosa Montero
“Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza.” Esta primera frase del libro El peligro de estar cuerda fue como si mi gemela cuántica, mi otro yo, me hablara desde un tiempo imperceptible más allá de toda comprensión. Obviamente no era yo misma en una dimensión etérea, donde la creación se da como parte del proceso de pensamiento, sino el genio de Rosa Montero que describe a la perfección lo que muchas veces he sentido, vivido y sufrido.
Desde niña me percibo distinta. En el fondo no termino de encajar con el mundo. Solo a través de las palabras me conecto con él, pues habito en la imaginación. Tal como Rosa, me obsesiona el paso del tiempo, tengo miedo a la muerte y me pregunto por el sentido de vivir. Mi mente divaga mientras la vida real sucede fuera. Parezco distraída, más sucede que soy adicta a crear historias borrando el yo consciente. Además, la intensidad es parte de mí y sufro del síndrome del impostor cuando recibo halagos sobre lo que escribo.
Este libro me ayudó a comprender como funciona mi cerebro, el nexo entre creación y locura, y cómo mi búsqueda de la belleza —en el arte— me salva de la crudeza de la normalidad. La autora ha escrito un ensayo, una mezcla de ficción y autobiografía, para responder a cómo su cabeza siempre está creando una vida paralela. De paso, resolver el acertijo de cómo la ansiedad y el pánico la han secuestrado.
Menciona que “la locura es sobre todo una soledad absoluta,” situando su discurso con un lenguaje más cercano a la literatura que a la investigación científica. Al hacer esta aproximación, el texto se hace asequible para todos con un tono cercano al lector. Realiza un cruce entre lo biológico, lo social y la creación literaria, para compartir su propio proceso creativo, un resultado que llega como parte de una tormenta perfecta, donde intervienen factores irrepetibles, químicos y situacionales, para que surja la obra artística. Lo ilustra invocando el espíritu de varios autores —algunos adictos, depresivos o suicidas— entre ellos mujeres como Emily Dickinson, Virginia Woolf, Agatha Christie o Sylvia Plath.
Una de cada cuatro personas tiene o tendrá algún problema mental en la actualidad. El porcentaje es mayor entre escritores. Al parecer, las personas creativas comparten —con las dominadas por la locura— un cerebro distinto. Este 15% de la población tiene una cabeza neurológicamente no podada como el resto, siguiendo hiperconectados como los niños. Estoy convencida que soy de las suertudas cuya poda no ocurrió, pues soy una lectora apasionada que escribe para dar sentido a su existencia. Gracias a Montero comprendí el poder que la literatura ejerce sobre mí, me salva aún sin estar cuerda y, me permite reconocer que soy rara. Al final ¿quién no es raro? No existe la normalidad.
Recomiendo infinitamente leer este libro, fuente de introspección por romper tabúes sobre la salud mental, pero también por ser divertido, sensible e inteligente. En palabras de Rosa Montero: “es una catástrofe dejar de escribir (…) pero dejar de leer es como vivir en un mundo sin oxígeno. Leer nos salva.”
El peligro de estar cuerda
Rosa Montero
Editorial Seix Barral
360 páginas