La hermosura

No hay  truco ni engaño, cuando se empieza a perder la pigmentación del cuero cabelludo ya no hay marcha atrás, es un aviso de que llegó el otoño de la vida.

Acostumbro llevar mi cabello suelto porque me conecta con el viento y por ende con la libertad.

Hace poco frente al espejo descubrí largos hilos de plata en mi melena. Al principio traté de negarlo, de ocultar las canas, después eliminé una por una, pero se volvió una tarea imposible. Opté por aceptar que estoy cambiando. Que estoy creciendo.

También descubrí un delicado mapa geográfico en mi rostro. Líneas que se dibujan alrededor de mis ojos cuando frunzo el ceño. Algunas otras cerca de mi nariz que se extienden hasta la comisura de la boca.

Descubro mis labios más delgados y planos, se desvanece el arco de cupido que solía delinear con rojo.

Ya no soy tan ágil, ni esbelta. Mi vista empieza a ser nebulosa.

Me agobian los anuncios publicitarios donde se intenta conservar a toda costa la juventud. Tal vez es un temor disfrazado. La madurez nos grita que se acaba el tiempo. Es por ello que de pronto lo valoramos tanto.

Ahora encuentro en las cosas simples un gozo que desconocía. Como si mis sentidos hubieran adquirido superpoderes.

Creo que con el paso de los años la hermosura se va para adentro, el problema es que todos estamos ocupados buscándola afuera.

Tengo tanto amor por la vida que confío en la plenitud de esta nueva etapa. Debe ser maravilloso transformarse en una mujer sabia,  de exquisita sencillez, conocedora de respuestas y habitada por un espíritu inquieto. 

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