Naranja dulce, limón partido.
Dame un abrazo, que yo te pido.
Eloísa tomó con cariño a esa pequeña. Se sentía frágil.
La niña le devolvió el gesto con una leve sonrisa.
No supo que la niña era tan vulnerable hasta que la sacó de ese lugar.
Le pidió un abrazo. Eloísa lo dio sin saber lo que con ello estaba entregando.
La pequeña levantó la vista lentamente.
En esa mirada cómplice entregó sus sueños destruidos.
Eloísa la calmó, la consoló, le confesó sus sueños no destruidos sino olvidados,
y descubrió una sensación desconocida, lo que era el amor sin medida.
La pequeña la reconoció, le agradeció,
y con la postura erguida empezó a caminar sin voltear a verla.
Eloísa se abrazó de nuevo,
sintió el amor que mucho tiempo se negó a sí misma.
Determinó ser fuerte y cuidarse a sí misma.
Reconstruirse en un nuevo transitar.
2 comentarios
Añade el tuyo →¡Qué mejor abrazo a nuestra niña interior, que el que una misma se da! Mucho en pocas lineas.
Muchas gracias Lume por leer. Y si a abrazarnos fuerte