La copa menstrual

“Deberías de comprarte una copa menstrual” me dijo mi buena amiga. Explicó a detalle las maravillas pero lo único que yo podía pensar era “ay no que asco”, “ya no saben que inventar”,  “a lo mejor ya me va a llegar la menopausia”, “y si me lastima o no me acomoda”; más vale malo por conocido concluí. Y si era malo porque los tampones me provocan infección y las toallas al paso de los días me irritan, pero ya estaba hecha a la idea que así era y que no había de otra. Yo que me considero progresista y moderna me rehusé a experimentar, di por hecho que los avances en estos menesteres eran para jovencitas de la nueva era.

Hace unos  meses me fui con varias amigas a la playa, incluida la que me recomendó la copa. La verdad fue un viaje único y maravilloso, pero eso es otro tema. Me bajó allá, y también a ella. Yo iba preparada con los tampones y las toallas, aunque no era la primera vez que viajaba así, creo que sí por primera vez, fui consciente del tiempo mental que ocupa el ritual de la menstruación, sobre todo en vacaciones, que no se salga el hilo del tampón del traje de baño, cambiarlo bastante seguido para evitar accidentes, guardarlo bien en la bolsa para que no se rompa el empaque, etc.

En mis cuarenta y dos años de existencia y veintinueve de menstruar, nunca había padecido de eventos desafortunados pero en ese viaje a Tulúm pasó lo inimaginable. En Acumal decidimos nadar con las tortugas, snorkelear para ver a estos parsimoniosos seres en su hábitat. Al terminar el recorrido salí del mar al estilo Pamela Anderson, de guardianes de la bahía (si no la ubicas por ser muy Generación Z googleala para que te des una idea). También hice mi pequeño ritual de exprimir muy disimuladamente con los brazos el bra para quitar el exceso de agua, al voltear para abajo casi me desmayo al ver escurrir agua roja entre mis piernas. Miré para atrás deseado que ningún tiburón se hubiera dado cuenta. Cuando regresé la mirada el señor que nos vendió el recorrido venía caminando hacia mí para que le pagáramos lo acordado. Entré en pánico de la vergüenza, me sentía súper incómoda. Corrí a la palapa medio encorvada, como si fuera manguera que doblas para que deje de salir agua. Me crucé con el señor, al cual dejé parado con su sonrisa de orgulloso vendedor. Jalé mi toalla y corrí al baño. Después de pasar media hora solucionando mi inconveniente, salí observando a mi amiga que traía la copa muy feliz y sin preocupaciones.

Regresé a casa hecha a la idea de comprarme una. Leí y le pregunté a varias asesoras/vendedoras de copas todas mis dudas. Al final decidí encargarla en línea, mi esposo me ayudó con eso. Fue buen momento para platicar sin pena, de las especificaciones según mi tipo de menstruación, le conté sobre los beneficios, leyó conmigo los tests y dimos click a la que más convenció.

Tardó dos días en llegar, estuve ansiosa y emocionada esperando. Me la entregaron a la hora de comida, estábamos juntos en familia en la cocina cuando abrí el paquete. Mis hijos al ver mi emoción me preguntaron qué era, les dije que la copa menstrual, no supieron qué decir, se rieron y el más grande me preguntó “!ah! si mamá ¿y esa para qué es?”. La saqué del empaque, la curiosidad de mis tres hombres me enterneció. Les expliqué cómo funciona y aproveché el tema para entrar en detalles que deben saber sobre la menstruación. Me ataqué de risa cuando mi hijo de 14 años, al ver la copa, dijo con todo el asombro “!¿Todo eso te tienes que poner?! Caí en cuenta que para ellos este tema siempre vivirá en su imaginario hasta que convivan más íntimamente con una mujer.

En mi casa nunca ha sido tema de pena o de esconderme, siempre les he hablado con total libertad y orgullo del proceso. Muchas veces mi marido me ha ido a comprar las toallas, cuando las usaba, y con mis hijos nunca las escondí. Hablo de mis molestias cuando me baja, pero sobre todo, cuando sale el tema, les digo sin miramientos “es que estoy en mis días”. Quiero que para ellos sea natural, que comprendan la maravilla del proceso pero que también sepan los inconvenientes que genera en algunas mujeres.

Total que llegó el día de usarla. Encerrada en el baño me entraron las dudas de nuevo pero, siguiendo las instrucciones, pude colocarla bien a la primera. El siguiente reto fue retirarla sin dejar el baño como escena del crimen. Decidí hacerlo en la regadera para limpiar cualquier cosa pero no fue necesario, está hecha para cumplir su función perfectamente.

Tan feliz estoy con mi nueva adquisición que heme aquí escribiendo de un tema que para muchos o muchas es íntimo y delicado. Sin pena, les platiqué mi experiencia a mis amigas y a mí hermana. Hoy les cuento a ustedes muy orgullosa que USO LA COPA MESTRUAL Y ESTÁ DE LUJO.

8 comentarios

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Qué relato tan simpatico Denise ! Además es padre la naturalidad con la que involucras a tus hijos . Siempre tendremos las mujeres historias embarazosas sobre estos temas de la vida real

Te lo dijeeee una maravilla la
Copa Menstrual ahora a disfrutar de la libertad que nos da te quiero amiga! Gracias por compartir esta experiencia

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