Carburación

El día marcado en el calendario con las palabras “Inauguración Bienal Femsa” pasa de largo. No puedo asistir con mis compañeros de un “Mar de Nombres”. No pasa nada. La exposición sigue.

El siguiente fin de semana acudo sola. Un acto de emancipación, pues decido no esperar a que la agenda de algún acompañante se libere. Al comprar mi boleto veo que no soy la única sin par. El arte une.

Ingreso a la exposición. Una obra de Popart me recibe. Libros de Warhol apilados formando una escultura. Simpático más no intrigante. Avanzo hasta un cementerio de peltre que me traslada a cuando era niña. Qué nostalgia.

Continúo.

Lo veo.

Algo late.

Me detengo. No distingo qué es. Me acerco. Es una fotografía. Me concentro en el punto de luz que ilumina una estructura cuadrada. Me acerco más. Quedo pegada al piso frente a la imagen. Es una planta de carburación en medio de la oscuridad. El espacio vacío a su alrededor me consume. Divago pensando hasta donde llega la negrura. La encuentro dentro de mí. Estoy fascinada y horrorizada. Es el todo y la nada. Lo externo y lo interno. El desánimo y la esperanza. Un salto a lo esencial desde lo tangible. Un viaje del alma al mundo material y viceversa. Un mundo extraño, no habitado, dónde no se percibe aire, vida o movimiento.

El estado emocional en el que me encuentro me hace identificarme con este espacio. Cuando el ruido exterior me abruma, me escondo en el silencio interior. Pero hasta el silencio puede ser ensordecedor, y en ese momento necesito salir de mi misma para regresar al mundo material. Ver esta obra, es como mirarse a uno mismo desde afuera.

Esta fotografía es una imagen fija, una reminiscencia del 2005. Tal vez ese lugar ya no existe. Tal vez solo es un eco de un instante inmortalizado por una cámara fotográfica. Una imagen efímera, que desaparecerá y será olvidada. Pero en este momento no. Vibra. Resuena. Es la frecuencia natural que se estira en el tiempo sin colapsar. Es la luz que brilla fulgurante sobre su pequeña planta de carburación. Una luz viva que crece y se expande en la imaginación.

Quizá si logro insertarme en ella encontraré respuestas a aquello que me desconcierta. Creo que estoy loca, la escucho cuando me llama. En cambio al señor que pasa frente a mí no le dice nada, pues solo le da un vistazo. No importa. El arte es así, le habla a cada quién de una manera distinta.

Nota:

Había escrito una primera impresión pero se me borró el archivo. Frustrada tuve que reconstruirlo y surgió lo anterior. Algo totalmente diferente, tal como en el arte contemporáneo donde todo es diverso y cambiante.

Al reescribir me ví obligada a cuestionar nuevamente mi sentir, a explorar mi identidad y olvidarme de la estética para centrarme en la función artística.

Confieso que mi relación con el arte contemporáneo ha sido rocosa. A veces lo entiendo, otras veces me parece trivial y unas cuántas lo considero basura.

No es por falta de exposición: visité museos como el Guggenheim o el Jumex; observé performances; caminé entre arte callejero; ví exposiciones e instalaciones de artistas contemporáneos. Sus obras me ocasionan sentimientos encontrados: algunas repulsión, otras indiferencia y, para mi sorpresa, unas me atraparon.

Parte de mi concepción se fue transformando con los años y, aunque aún prefiero el arte clásico y moderno por encajar con cánones estéticos que me ocasionan placer, he podido disfrutar del arte contemporáneo precisamente porque me cuestiona. En especial me enamoré del arte callejero de Bansky por su denuncia social, de Invader por sus intervenciones anónimas con imágenes retro en espacios públicos, de la estética naif de Haring y la energía expresionista que exudan los dibujos de Basquiat.

El arte contemporáneo crea preguntas, genera dialogos y confronta cambiando paradigmas. Para mí su función es desafiar las expectativas de las convenciones artísticas, siendo una expresión que responde a temáticas actuales. En esta exposición incluso hay obras que se burlan del arte mismo, como el marco con el lienzo en blanco. Al recorrerla completa observé una crítica a la sociedad, a las estructuras establecidas y a las instituciones. El arte se convierte así en un acto de rebelión, y eso, me encanta.

Imagen:
Carburación, 2005
Obra de Oswaldo Ruiz

Lectura de creaciones literarias de alumnos de Mar de Nombres
https://www.instagram.com/reel/C8P7uemuJu2/?igsh=MWQ0ZnNlbGhzY2gwMA%3D%3D

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