Pueblito

“Señora buena, tú que eres la Reina del cielo y que con una mirada sanas el corazón de quien sufre, atiende mi súplica. Postrada a tus pies te hablo con el corazón humilde de una madre afligida.

Mi niña Consuelo lleva vida en su vientre y  aunque estaba buena y sana, hace días amaneció con un dolor agudo y crónico que le quita poco a poco el aliento. Son muchos los  médicos que le han visitado y ninguno encuentra  causa ni alivio a su padecer.

Es nuestra única hija, alegría  de todo aquel que la conoce y cariño profundo de su esposo.

Madre amorosa también será, si tiene fortuna de sobrevivir.

Ya no tengo más lágrimas, agotamos los rezos. Nuestras voces se han perdido en el murmullo del pesar.

Ruego por su vida  y por el fruto de su vientre.  

No puedo perderles, no soportaría despedirle tan hermosa y joven, ni a mi nieto tampoco, permite que conozca el color de sus ojos. 

Toma a cambio mi vida”.

Dicen que mi abuela fue incansable en sus visitas al Santuario, que al paso de los días calmó su llanto. Al final ya no rogaba por sus deseos de madre sino  por tener la fuerza para aceptar los acontecimientos inevitables que marca el destino.

Dicen también que la Virgen derramó lágrimas cuando mi abuela comprendió los misterios de la fe.  

Entonces enjugó con un pañuelo de lino las gotas benditas. Con una seguridad inquebrantable fue a casa, humedeció con ellas los labios de mi madre y despertó de nuevo a la vida.

Yo nací en febrero durante las fiestas patronales, me bautizaron como María del Pueblito.

Mi abuela en acción de gracias hizo la promesa de que todas las mujeres de nuestro linaje habremos de llevar el nombre de la Virgen.

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