El día que Lucky nació fue un día extraño. Ese 29 de febrero no había luz, los pájaros dormían y se vislumbraba la luna en el cielo como una sombra tapando al sol. Sus padres la encomendaron a todos los dioses al verla por primera vez: una bebé de pelo negro azulado, grandes ojos negros y lunares ubicados de tres en tres en todo su pequeño cuerpo. En la espalda tenía una mancha en forma de estrella “augurio de que está destinada a grandes cosas” vaticinó la abuela paterna.
Su otra abuela, no convencida de su buena fortuna, se quitó del cuello el amuleto de cuarzo rosa que había pertenecido a la familia por años. Lo cargó de energía positiva con una oración, renovando todo el amor depositado en él por sus ancestros. Después lo depositó junto a Lucky mientras le decía con ternura:
— Dentro, todos tenemos dos lobos luchando una terrible batalla. Uno está lleno de enojo, envidia, pena, culpa, remordimientos y mentiras. El otro está lleno de alegría, amor, esperanza, humildad, generosidad y fe. ¿Cuál ganará? Unos dicen que el que alimentes tu. Ambos tratarán de ser escuchados Lucky, jamás podrás deshacerte de ninguno por más que lo desees, por más que lo intentes…
— ¡Basta por favor! ¡Nada malo le pasará! ¡Ya no más historias antiguas! Llévese su amuleto— interrumpió molesto el padre de Lucky.
La madre de la niña pensó:
— ¡Valiente promesa! ¡Imposible controlar el futuro!
Los años pasaron. Lucky creció como una niña fuerte, bella, inteligente. ¡Demasiado lista para su propio bien! Aprendió fácilmente a controlar a su padre, compañeros de juego y maestros. Todos parecían subyugarse a su voz aterciopelada y a su voluntad. No había quién quedara inmune, excepto su abuela materna y su madre.
Cuando Lucky se enfurecía, nubes de color cobre se acumulaban en el cielo mientras por dentro el fuego le quemaba las entrañas, subiendo hasta su boca y saliendo un grito ensordecedor que detenía el tiempo por segundos. La primera vez que esto pasó, Lucky se paralizó y perdió el habla. Su madre la llevó con los sabios del pueblo quienes no encontraron una razón física para su mutismo. Tampoco pudieron explicarlo los hombres de fe. La madre intentó entonces con los chamanes, quienes la regresaron a casa con un remedio mágico que su madre religiosamente aplicaba. Como un último recurso, su abuela materna le colocó en el cuello a Lucky el amuleto rosa. Poco a poco las palabras volvieron.
La niña creció para convertirse en una experta manipuladora de corazones. No había joven que fuera suficiente para ella, tomando y desechando a cuantos estuvieran a su alcance. Un día — poco antes de cumplir años — mientras caminaba por la calle con su madre, fue empujada por unos niños que corrían libres por la acera. Tirada en el suelo, Lucky sintió una chispa que empezaba a formarse por dentro hasta que el fuego la consumió, pues en la caída, se había soltado su amuleto. Se levantó para perseguir a los hostigadores. Sin ver cruzó apresurada el camino mientras un carruaje se acercaba. La madre de Lucky corrió detrás de ella. Caballos, carroza y cuerpos quedaron regados sobre el asfalto.
Lucky flotaba en la oscuridad. Por momentos aparecían voces familiares. Quería seguirlas… pero la nada la consumía apenas intentaba salir de ella. Recuerdos iban y venían: vislumbró el momento en que nació, vio los rostros de sus padres, recordó la leyenda de los dos lobos que contó la abuela.
— He estado alimentando toda mi existencia al lobo malo, el que me hace sentir única, invencible, superior a cualquiera. Después de todo papa dice que ‘soy la más bella que jamás ha visto este lugar del mundo’— pensó con amargura en su interior.
De repente apareció un gran oso ante sus ojos. La levantó de la negrura en la que se encontraba y la llevó hasta su cueva. En las paredes de roca se veían retratadas escenas de lucha entre un lobo blanco y uno gris oscuro, mas no pudo encontrar la escena que anunciaba al vencedor. Escuchó detrás de ella una voz profunda que le decía:
— Todos los humanos deben vivir para la dicha. Tú has sido soberbia, vives solo para el placer y devoras personas para satisfacer tu ego — le dijo el oso severo.
La digna y sarcástica Lucky respondió:
— Ganó la partida el lobo que es fuerte como yo. Me he divertido a lo grande, no me arrepiento de nada.
—¿De verdad? — le preguntó el oso — mira dentro de ese charco de agua cristalina.
Lucky observó como su padre lloraba calladamente ante la lápida de su madre mientras su abuela aparecía con una mueca de dolor incontenible. Leyó la fecha: 29 de febrero, el día que ella nació ¡maldita broma de la fortuna! El corazón se le desmoronó en pequeños trozos de agonía. El grito que detenía el tiempo se escuchó dentro de la cueva y su eco fue respondido con un sollozo ahogado.
—¿Estoy muerta yo también? — preguntó al oso.
— Estabas muerta — le respondió amable el oso — ahora por fin vives, sientes, te das cuenta. Déjame contarte el final de la historia de los lobos, la que tu padre con su vanidad no dejó que tu abuela terminara.
El oso le relató a Lucky lo siguiente:
— La lucha es eterna. Jamás podrás deshacerte del primer lobo, ni del segundo. Es inútil querer eliminar lo que es una parte de ti. Esa es la trampa en la que viven los humanos, creyendo que deben matar lo que consideran ‘malo’ en sí mismos, ignorando que forma parte de su esencia. Incluso tú caíste en ella, tú que puedes detener el tiempo, más no regresarlo ni cambiar lo ya vivido. Por eso sufres. Sólo puedes encarar tus miedos, tu enojo, tus dudas y aún con ello seguir adelante. La verdadera fuerza proviene de tu interior, nace del lobo blanco que has mantenido en silencio, pero también del lobo gris que camina a su lado. Si alimentas a ambos de la manera correcta, ambos ganan. Si solo alimentas a uno, el otro tendrá hambre y se volverá incontrolable.
— ¿Cómo? — preguntó Lucky.
— Verás… — replicó el oso — si sólo alimentas al lobo blanco, el gris se esconderá en cada esquina hasta que encuentre el momento propicio para atacar y llenar de dudas tu mente: cuando estés distraída en cosas sin importancia, débil por la lucha o cansada de tu vida. Así, saltará para obtener tu atención. Si no lo alimentas, lo miras a los ojos y lo reconoces por lo que es, siempre estara enojado y peleará con el lobo blanco. Necesitas de los dos: el lobo gris es tenaz, valiente, audaz y un gran estratega; tus poderes se activan con él. Más el lobo gris necesita del blanco para estar en equilibrio, pues el blanco tiene compasión, empatía, fuerza y la habilidad para reconocer que es lo mejor para ti y los demás. ¿Lo ves? Son complementarios. Si alimentas a los dos te servirán bien y no harán nada que no sea parte del gran plan de tu vida, del círculo de Lucky. Así que no luches contra ellos, acéptalos, escúchalos, ambos son parte de ti. Descubrirás tu propia voz a través de ellos. Te darás cuenta de que estás conectada con el infinito, con todos y cada uno de los seres vivos que habitan en la tierra. Hallarás la paz que es nuestra única misión, ya que ‘quién la encuentra en su interior posee todo, y viceversa, quién tiene la guerra dentro no tiene nada.’ Te toca a ti Lucky pasar sola este periodo, entre una luna nueva y la que sigue, para encontrar tu camino de regreso a la luz.
Lucky absorta en el silencio cerró los ojos. Pasaron una sucesión de días y noches donde no sintió ni frío ni calor, ni hambre ni sueño. La noche de la siguiente luna nueva escuchó la voz de su abuela pidiéndole que regresara. Abrió los ojos. Vio su rostro lleno de arrugas y de ternura. Perdonada, se sintió indigna de ese amor interminable hasta que escuchó al lobo blanco pedirle que no fuera tan dura consigo misma. Nada externo está bajo nuestro control.
Tomó la decisión de transformar su vida, hasta el día que cerraría el círculo para llegar al lugar donde pertenecía junto a su madre. Su voz se convirtió en una herramienta de paz que nunca más detendría el tiempo.
Inspirado por leyendas indígenas