Miércoles por la tarde. Cae el sol y la brisa se cuela entre los dedos de mis pies descalzos. Trabajo desde la cocina, mi oficina particular. Aquí transformo un trozo de carne en un buen guiso, y también aliño las ideas que rondan en mi cabeza.
Quisiera tener una buena historia por contar, pero a mitad de semana no sucede nada espectacular. Aburrida, echo un vistazo a los avisos de ocasión en el grupo de vecinos. La señora del 105 comenta que en su cochera una gata tuvo crías. Me pregunto si encontrarán hogar o se convertirán en vagabundos.
Irene, una mujer joven que vive en el 206, pide un favor: «Hola. Estoy en busca de trabajo en el área de mercadotecnia. Por la pandemia ha sido muy difícil colocarme. Les agradeceré su apoyo en caso de saber de alguna oportunidad». No tardaron en aparecer mensajes de aliento y propuestas milagrosas de ventas piramidales.
El inquilino de enfrente vende verdura picosita sancochada en vinagre; el residente de la última casa ofrece granola hecha con semillas de calidad, miel de abeja y aceite de oliva.
Para colmo, se acabó el azúcar en casa, así que el café de la noche fue un trago amargo antes de dormir.
Jueves por la mañana
Son las 7:00 y los mensajes en el grupo de vecinos empiezan a sonar una y otra vez en mi teléfono. En cuestión de minutos hay medio centenar.
—¡SE ROBARON MIS BICICLETAS! —exclamó el vecino del 258, quien vive en la parte aislada de la cuadra.
—Otro robo más. Estamos indefensos ante la delincuencia —expresó otro vecino.
De inmediato se desató una lluvia de quejas y pesares. A lo que la compañía de seguridad contestó:
—Buenos días, vecinos. Se les informa que hoy a las 3:00 a. m. sufrimos la intrusión de varios sujetos al fraccionamiento por un boquete en la barda perimetral. Los guardias lo detectaron oportunamente y lograron impedir que sustrajeran varias bicicletas. Los ladrones huyeron al ser descubiertos. Un par de unidades de la policía acudieron al auxilio.
Hubo un par de agradecimientos en el grupo. Algunos comentarios escuetos. En breve, el incidente pasó a segundo término, como si la violencia fuera un tema banal. Tal vez nos hemos acostumbrado a ella.
Antes de mediodía el boquete había sido sellado.
Salí a comprar azúcar —tal vez necesito algo dulce para encontrar inspiración.
6 comentarios
Añade el tuyo →Sigan escribiendo sus textos están muy buenos!!!
Sigan escribiendo sus textos están muy buenos
Me encanta como escribes sobre la cotidianidad. A seguir comprando azúcar.
En lo cotidiano están todas las historias.
Gracias Claudia, comentarios como el tuyo nos invitan a seguir adelante.
Me encantó! Felicidades