Un momento en la línea 12 del metro CDMX

Estruendo, sacudida contra el techo, caída libre al suelo… Todo negro. El vagón se desplomó. 

A María le zumbaban los oídos; no lograba incorporarse. Cuando por fin pudo sacar los pies de unas vigas, dejando atorados sus tenis­­, se dio cuenta de que debajo de ellas había gente; viva o muerta, no lo sabía. Ni siquiera podía distinguir si ella estaba bien, se sentía fuera de sí.

Poco a poco, recobró los sentidos. Junto con un señor comenzó a golpear una ventana para poder salir de ahí. Sudor y lágrimas se acumulaban en sus labios mientras sacaba fuerzas para seguir golpeando. Después de muchos intentos, lograron romper el vidrio. Una ráfaga de polvo, humo y tragedia inundó sus pulmones; aun así sintió alivio de poder escapar. Sin pensarlo, brincó a la calle, pero al voltear atrás vio rostros desesperados y agonizantes. No pudo alejarse. Regresó para tratar de ayudar a la gente a salir.

Mientras más era consciente de la situación, más horrorizada se sentía. Cuerpos de niños aplastados por los pasos de los vivos desesperados por salir. Mujeres y hombres incrustados en los fierros retorcidos. Gritos desgarradores oprimían más el lugar. María trataba de conservar la calma y no dejaba de repetirse: «Esto es una pesadilla, no tardo en despertar». Pero cualquier mal sueño o película era superado por la realidad enfermiza a la que se enfrentaba.

6 comentarios

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Gracias por concientizar a los que no estuvimos ahí, es y será una pesadilla de la cual nunca sabremos despertar. Fuerza par todos, y mucha luz para los que partieron

Tragedias que quizá pudieron evitarse. Tan cierto ¿quién responde? Y para pensar como ciudadanos que nos toca hacer para prevenir algo así. Quizá: alzar la voz. Gracias por hacerlo.

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