Karime y Martina fueron amigas desde el primer año de secundaria. El aspecto de Karime no era común: cabello color naranja, uñas pintadas de negro, delineador azul que no hacía juego con sus ojos color miel.
El colegio estaba a un lado del acueducto de Guadalupe. Una especie de frontera que separaba la zona del transporte público del área donde los estudiantes regresaban a sus casas con sus padres o en los autobuses escolares.
Karime quería pasar todo el tiempo con su amiga así insistió tanto para convencer a los papás de Martina de sacarla del transporte escolar e irse juntas en los microbuses de la ruta Santa Isabel Tola – Auditorio. Pensaron que era una buena idea que su hija empezara a ser más independiente. Martina era la menor, tenía dos hermanos varones que la chiqueaban y cuidaban, a la larga hicieron lo mismo con Karime.
El primer reto para irse en los microbuses era pasar debajo del acueducto, agachadas, sin que se te vieran los calzones. Muchos de los niños se quedaban en esa frontera en espera de verlas. Del otro lado la visión cambiaba de inmediato. Los parques centrales de la colonia trasera tenían el pasto seco. Había dos filas por hacer, la de la ruta 100 y la de los microbuses que llegaban hasta el auditorio. A un lado estaba la papelería junto a un puesto de garnachas al tope de chamacos sudorosos.
El segundo reto era subir al microbús para encontrar asiento. Procuraban irse a la parte trasera, sentarse en la última fila frente a la puerta. Así nadie iba cerca de ellas o serían presas del afamado arrimón. Durante dos años viajaron juntas, a veces terminaban una en casa de la otra compartiendo la mesa con sus respectivas familias.
Las tardes finalizaban con las dos encerradas en sus recámaras.
Karime tenía un montón de libros y revistas de astrología. Tomó un curso de cartas astrales anunciado en la visita anual del colegio al Planetario y desde entonces su enfoque de la vida se volvió astrológico, esotérico. Disfrutaba hacer los horóscopos de sus signos zodiacales: Tauro y Escorpión. Una relación de amistad que, según las estrellas estaba destinada a ser eterna.
En cambio Martina era soñadora… dibujaba todo el tiempo, descubría en sus trazos la manera de relajarse y de obsequiar lo que ella decía, le salía del alma al dibujar. En los ojos tipo indios de Karime, encontró sus mejores modelos.
A finales del ciclo, Karime se enamoró de Raúl. El vecino que trabajaba en el taller automotriz frente a su edificio. Iban los fines de semana al cine, al café o al centro comercial. Era un joven tres años mayor que ella, tuvo un accidente en motocicleta que lo dejó con poca movilidad en su pierna derecha. Dejó la escuela y sólo se dedicaba al taller.
Los tiempos de Karime con Martina empezaron a reducirse. Tenía celos, celos de no ser quien tuviera novio, de no ser a la que pasearan en coche, aunque fueran los del taller. Unas veces Raúl pasaba en su vocho amarillo por ellas, refunfuñaba todo el camino porque no le gustaba tener que cargar con Martina. Poco a poco los viajes compartidos en microbús cambiaron, ahora eran solo un día a la semana. El día que él desaparecía toda la tarde.
Los hermanos de Martina empezaron a preocuparse de los cambios paulatinos pero visibles de Karime. Se lo expresaron a las dos aunque ella insisitió en que no pasaba nada dejó de pintarse el pelo y sus ojos perdieron el brillo que le daba el peculiar delineado azul.
Diariamente al término de las clases, Karime corría del salón para alcanzar la puerta antes de que se abriera y subirse de inmediato al vocho amarillo. Una vez que él llegó, las dos platicaban animadas con sus compañeros, su furia se encendió al tope al verla en medio de ese grupo. Le armó una escena de celos frente a todos, que terminó con una suspensión de tres días para ella.
Se acercaba el fin de cursos junto con la graduación. Todos hablaban en los pasillos del código de vestimenta, la bebida, la organización. Martina estaba feliz porque Samuel le pidió ser su pareja. En cambio, Karime no tenía ninguna expectativa por la fiesta. Sus papás no tenían el dinero para pagar, lo que era el pretexto perfecto para que Raúl no se enojara.
Un miércoles Martina le llamó para decirle que sus hermanos le regalaban el boleto de la fiesta. Ella no contestó. Aún así le dejó mensaje para ir juntas a probarse vestidos el fin de semana.
Al día siguiente Martina llegó al colegio muy temprano como todos los días. Solo se hallaban unos compañeros, entre ellos Samuel. Tan pronto la vieron entrar hicieron silencio absoluto.
Él se acercó a contarle lo que sabía, su hermano menor compartía grado con la hermanita de Karime. La niña mandó un mensaje en la noche para avisar que no entregaría el trabajo en equipo que compartían. Contó que su mamá fue por ella a la gimnasia, como a las siete de la noche su papá les llamó para pedirles que no entraran a su casa, cuándo el llegó percibió un ruido extraño. Sus papás estaban como locos, la dejaron con la vecina. Se sentía confundida sin saber que pasaba.
Martina no entendió lo que Samuel le decía hasta que la maestra avisó sin mucha explicación que Karime no venía a clases por un accidente.
Desde esa noche la familia de Karime no volvió a su casa. En el momento que su papá entró la encontró en shock. Tenía los ojos desorbitados. Raúl jaló el gatillo frente a ella. En medio de la cocina estaba su cuerpo sin vida, los pedazos de su cabeza regados por todo el piso.
Karime entre sollozos solo pudo espetar con la voz entrecortada —ya no podré ir a la fiesta.
Esa noche eterna la pasó en la delegación, hasta que apareció la mamá de Raúl e hizo su declaración en el ministerio. Encontró una nota fechada una semana anterior en la que mencionaba que habría consecuencias si alguien más se relacionaba con Karime. Ese día supo que ella iría a la fiesta y decidió chantajearla. No contaba que el seguro de la pistola se había desactivado hasta que demasiado tarde, escuchó el click en su sien.
Martina no daba crédito. Sus hermanos fueron por ella un par de horas después. Karime nunca regresó al colegio. Nadie volvió a saber de ella, hasta hace unos años que el hermano mayor de Martina vio uno de los dibujos de sus ojos en un perfil de Facebook. Vive en Veracruz, divorciada con dos hijos.
Karime y Martina no se contactaron jamás.