Reflexiones de una madre sobre la paternidad

¿Por qué para las cosas estimadas como positivas usamos más la palabra padre que madre?… «Está padrísimo» es más común que «a toda madre». Nunca he escuchado: «¡chinga tu padre!», «¡putapadre!», «¡vale padre!», «¡qué poco padre!», «¡no tienes padre!», «¡qué despadre!», «¡me di un padrazo!», «¡me partí el padre!» o «¡estoy hasta el padre!». Ultimadamadremente creo que puede ser porque suena de la chingada la combinación con el vocablo padre, pero también con que el concepto de ‘madre’ es tan sagrado que la peor ofensa que a uno le pueden hacer es que le recuerden a la suya. La madre lo es todo, el padre pareciera ser relegado a segundo término. ¿Por qué es así? No lo sé.

Lo que sí sé es que tener dentro a mi primer hijo por nueves meses, creó un vínculo indisoluble para toda la vida. Para su padre pienso que fue más difícil crearlo con esa profundidad al inicio de su paternidad, aun cuando estaba encantado con ese pequeño ser que ahora formaba parte de su vida. Además, creo que le tomó tiempo aprender a compartirme con esta personita que requería tanto de mí. Al final, lo cierto es que ninguno de los dos estábamos preparados para ser mamá o papá — aún seguimos aprendiendo sobre la marcha, acertando a veces sí y otras no.

El padre de mis hijos no es perfecto, más tiene un gran corazón: uno que se emociona desde el día que los escuchó decir «papá»; uno que siente los logros y los fracasos de ellos como si fueran propios; uno que aún cierra los ojos cuando los vacunan; uno que se rompe en pedazos cuando ve a su hijo llorar por un desamor; uno que venció sus propios ascos para limpiar vómitos, narices y pompas. Para él, su papel es ser el cómplice de sus hijos, «el contrapeso de la ley» como me dice descaradamente, el que hace las cosas divertidas, el que sé que está presente y procura ser mejor cada día. A veces, cuando mi rol de mamá me sobrepasa, quisiera intercambiar al de papá pues… ¡qué padre es ser padre!