Leer es escuchar, y escribir, escucharme

Las palabras nunca han dejado de producirse en mi mente. Continuamente salen y salen palabras, brotan y brotan; pareciera que nada las puede parar. Como si fueran el agua de un grifo averiado que no se puede cerrar. Palabras, no sólo como imágenes o letras, sino ideas completas. Es como si se autoreprodujeran constante y eternamente. Fluyen formando preguntas, conceptos, dudas. Manan de ellas historias, dramas, calmas, memorias. Representan sentimientos, pasiones, ilusiones, planes, aprendizajes… Muchos aprendizajes.

No tengo idea de si todas las personas funcionan así, produciendo en la mente conversaciones y reflexiones. No sé. Pero yo sí. Por eso ha de ser que me sorprendo seguido hablando sola. Me escucho, espontáneamente, diciendo lo que pienso en voz alta, y de repente me descubro moviendo el dedo índice como si estuviera escribiendo con él. Creo no lo puedo evitar; espontáneamente buscan salida, se desbordan. Por ello busco maneras saludables de hacer salir estas palabras.

Necesito nombrar a las cosas –al darles un nombre cobran sentido–. Organizo mi mundo a través de las palabras. Estructuro, acomodo y reflexiono así. Imagino mi cabeza como una enorme biblioteca –llena de libros de todos tamaños y colores– con apuntes de todas partes, con diagramas y esquemas, con cuadros sinópticos, resúmenes y largas editoriales. Con conceptos interconectados, con flechas. No es información que está sólo en mi cabeza, toda ella está directamente unida a mi corazón, a mis nervios, a mi estómago. Está unida a experiencias, momentos, lugares y personas

Como produzco tantas palabras, tengo el mal hábito de dejarlas salir desmedidamente, por ello no soy la mejor escuchando a otros. Mi cerebro me distrae continuamente. Sin embargo, cuando leo puedo ser empática –ponerme en el lugar de otro, conocer su mente–. Me maravilla que leyendo me sumerjo en la mente del que escribe. Me conecto con su historia, su relato, su opinión, su visión, su imaginación.

Leer es escuchar. Leer es conocer. Leer es soñar junto con el que escribe.

Cuando leo ocurre algo mágico: dejo de pensar con las palabras que yo elaboro y pienso con las de alguien más. Por eso leer me descansa tanto. Me distrae, me saca de mi mente. Leer expande mis neuronas y me introduce en el mundo de alguien más. Esparce mi horizonte, me invita a ampliar la mirada. Me lleva mas allá de mi tiempo y de mi espacio.

Escribir y leer, leer y escribir. Van de la mano, son un espejo. Son palabras que van y vienen.

Recuerdo que me entusiasmaba que me dejaran hacer una composición, una tarea donde no tenía que copiar, sino inventar. De verdad me daba emoción hacerlo. Cuando no se trataba de buscar respuestas en un libro, sino de buscarlas en mi cabeza, en mis nervios, en mi corazón. Era un reto transparentar mi sentir. Dejarlo ahí afuera, en una hoja donde cualquiera lo pudiera ver. Cuando pienso en escribir, me vuelve a entusiasmar la idea, me vuelve a poner nerviosa, y me vuelve a desafiar el dejarme ver tal cual soy.

A veces me llegué a sentir “diferente”, pues a la gran mayoría le podría parecer extraño que me gustara hacer composiciones. No es algo que en nuestro sistema de educación se acostumbrara a fomentar. Por eso estoy feliz de encontrarme con más mujeres que quizá tengan la misma necesidad que yo siento.

Se ha cruzado en mi camino un maravilloso grupo de lectura. En él he encontrado un espacio que me enriquece. No sólo por los textos que compartimos, sino porque éstos cobran vida diferente en cada una, se entretejen con nuestras propias visiones, se enriquecen de nuestras dudas y experiencias. Es, para mí, un leer desde mi corazón hasta el corazón de todas. Es una comunicación desde todo mi ser hasta el alma de otras mujeres a través de un hilo conductor: la lectura.

Acepto el reto que mi grupo de lectura –ahora también de escritura– me pone delante. Será enriquecedor escribir dentro de este momento histórico que nunca imaginamos vivir. Esta pandemia me ha recordado que somos seres vulnerables, y me cuestiona qué es lo que en verdad importa, qué es lo que me hace feliz y cómo doy sentido a mi vida. Hemos puesto pausa a muchos “haceres”, a muchos “ires y venires” para quedarnos con un espacio grande para estar a solas con nuestra mente y alma. Ambos, mente y alma, generadores de nuestras palabras.

Sé que al soltar palabras sobre el papel también dejaré con ellas todo lo que me estorba, lo que sea basura. A ver si me aliviano un poco.

En mis palabras está mi vida, o esa alma que me hace sentir, vivir y moverme. Sé que al compartirlas quizá generen más vida. Las quiero soltar a ver si repartiéndolas se siguen reproduciendo más y mejores ideas que las mías. Las quiero dejar en un escrito para que queden atrapadas, para que no se me escapen, para recurrir a ellas, para no cargarlas en mi cuerpo y en mi cabeza.

Cuando alguien más me lea, deseo descanse de sus propias ideas.

Aligerarnos la vida nos vendrá más que bien.

6 comentarios

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De acuerdo totalmente…aunque la letra compromete y en ocasiones hay (O habemos) personas enemigas de que entren dentro de su SER…
Preferimos guardar nuestro sentir y pensar para los más cercanos o de confianza

Quisiera releer todo lo que últimamente has compartido, será posible? Espero siempre el próximo. Orgullosa de ser tu madre.

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