Alicia

Alicia es una señora muy sería y formal. Está siempre apegada a un horario impuesto por ella misma. No hay manera de convencerla de cambiar ni su rutina ni sus planes. Mucho menos su forma de vestir y sus obsesivas limpiezas personales. Limpia su casa hasta el cansancio, aunque ya no haya nada que limpiar. 

Alicia llega a incomodar a los que viven con ella, pues organiza todo en función de sus objetivos. Alicia no es flexible ni espontánea. Desespera a los demás, no solo por sus necios esquemas, sino porque se enoja muchísimo cuando las cosas no se hacen como se deben de hacer.

Pocos saben como fue que Alicia se hizo así. Les cuento.  

Imaginen a Alicia siendo una niña. No es la más feliz. 

Alicia no se distingue por ser la más bonita, sin embargo, siempre es la más limpia. Tiene un miedo espantoso a la mugre. No por repulsión a los gérmenes, sino porque ser limpia le garantiza un golpe menos de su mamá. Gracias a su pulcritud se gana por lo menos alguna mirada de aprobación. 

Se tropieza antes de llegar a casa. No mide bien el escalón de la banqueta y se va de bruces. Siempre es mejor sacrificar sus rodillas a su preciado helado. Al rebotar y arrastrarse sobre sus rodillas se llena de raspones con sangre, se le rompen los pantalones y sus zapatos quedan todos rayados. Por supuesto que su mamá no se molesto en ver sus heridas, solo le grito por lo caro que había costado el pantalón. Mucho menos investigó cómo se cayó.  —¡Eres una descuidada, mira nada más, mugrosa! ¡Mugrosa!

Ese mugrosa se le graba en el alma. Ahí inicia su obsesión por la limpieza. 

Alicia tampoco se distingue por ser la más divertida. Ella debe ser la mejor portada y la más estudiosa. Si se sale un poco de lo que le esta permitido, se hace acreedora a los más extraños regaños, desde golpes, hasta encierros, y prohibiciones. Y ella, lo que más añora es no desatar la furia de su mamá. Sus amigas son señaladas como unas chivas locas. Ella no será jamás una chiva loca. 

Alicia tiene una mirada fuerte, igual que su corazón. Guarda sus lágrimas apretando sus puños, teme que si empiezan a salir no paren de fluir jamás. 

Alicia está aprendiendo el arte de la diplomacia, es experta en disimular, incluso su cariño. No puede lanzarse en los brazos de su papá, aliarse con él, es una sentencia automática para desagradar a su madre.  

Alicia cree ser muy inteligente. Su mente trabaja a mil por hora, buscando ese pragmatismo que la ayuda a sobrevivir. Es rigurosa, organizada. No se puede permitir dejar su actuación de niña buena que le permite mantener las olas tranquilas. Sin embargo, nada le quita el miedo, constantemente esta alerta.

Alicia es una niña que sobrevive como puede. No se le ocurre aun que algún día necesitará hacer las cosas diferentes, pues el orden como lo conoce hasta ahora cambiará. Las corazas que la han protegido le dejarán de ser útiles. Esa cuadratura y rigidez le traerán muchos problemas, la alejarán de muchas personas. 

Ay Alicia, ojalá de niña te hubieran dejado ser más libre, más tú, más improvisada.

¡Cuántas Alicias niñas anhelando ser queridas sin requisitos y condiciones!

¡Cuántas Alicias adultas por el mundo buscando cariño y aprobación con conductas asfixiantes!

Ay Alicia, ojalá aprendieras a jugar, a improvisar, a equivocarte. Reír más podría salvarte.

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