Ceniza en la boca, elegía al amor fraternal

¿Qué haces sin futuro? Igual eso pensó mi hermano y quizá por eso mismo se aventó. ¿Cuál futuro? Está muy cabrón eso de vivir para el futuro porque ya te sientes inútil en el presente y miserable en el pasado.
— Brenda Navarro, Ceniza en la boca.

En tres líneas me encuentro cayendo junto a Diego, sumergida en el dolor mientras visualizo su cuerpo que se estrella en la acera. Escucho cuando se rompe en pedazos para convertirse en estruendo. Diego García. El que quería volar para estar cerca de su madre. El que decidió que hay vidas que no valen la pena vivir, dejando sola a su hermana. Pues ¿qué otro destino hay cuando no hay futuro? ¿cuándo a pesar del esfuerzo por pertenecer sigues siendo el extraño en un mundo de locos?

El impacto que me ocasiona tan sólo en una página es brutal. Tal vez porque mi hijo Diego es de la misma edad que el personaje creado por Brenda Navarro. También porque, cuando tenía tres años, mi niño quería subir al cerro frente a mi casa para trepar a un avión que lo llevara conmigo. La similitud termina ahí. Yo solo me fui por un mes. A Diego García su madre lo dejó por años para buscar mejores oportunidades.

Con una prosa donde se mezcla la tristeza con un sentido del humor un tanto pesimista, la autora transporta al lector de México a Barcelona, contando los efectos del desarraigo, la inmigración, la violencia, el racismo y la xenofobia. En esta novela bildungsroman —de crecimiento— la relación entre hermanos es el centro, entretejiendo memorias con el tema del suicidio, la realidad del migrante y el círculo de violencia que se vive en México. Somos testigos de la pérdida de la inocencia, mientras transcurre el viaje sentimental del Diego niño al adolescente, unido al de su hermana hacia la adultez. Tal como nos ocurre a todos, no sabemos en qué momento el adolescente nos robó al niño, ni el adulto al adolescente.

Tengo ceniza en la boca. Producto de los silencios de lo que se calla, de la soledad de los que nadie ve, del dolor de un México herido, del hueco que el enojo deja en la boca del estómago, de la desesperanza, de la separación entre hermanos, del abandono de los padres, de la pérdida, del luto. No soy la misma después de leer este libro. Lo devoré sin pausa por ser potente, intenso, introspectivo, poético, bello. El manejo del lenguaje es maravilloso y sensorial: las imágenes, sonidos, olores, sabores y texturas son vividas y recreadas una y otra vez. La construcción de la historia es excepcional, compleja y fluida a la vez, narrando con sentido tantos sinsentidos.

Con Ceniza en la boca aprendí que no se puede dejar un legado de dolor a generaciones futuras. Siempre hay buenas cosas en medio del vacío, un espacio para sanar. Al final, como dice Vampire Weekend —el soundtrack de la novela—, ‘there’s a headstone right in front of you and everyone I know.’  De lo mejor que he leído en mucho tiempo, lo recomiendo mucho. Brenda Navarro es todo un descubrimiento.

Ceniza en la boca
Brenda Navarro
Sexto Piso
196 páginas

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