Mi mamá se fue cuando tenía cinco años. El día que la sentaron frente al espejo para peinarse sola y, además, la dejaron a cargo de sus dos hermanos menores: los gemelos Arturo y Armando. Ese día pensó en no ser mamá nunca.
Mi mamá se fue a los diez años. Cuando sus padres sumaron más responsabilidades creyendo que ya era capaz de entender finanzas, cocinar y atender por las tardes la tiendita de abarrotes del abuelo.
Mi mamá se fue a los 14 años el día que mi padre la abandonó por otra compañera de la secundaria, dejándola con un hijo en el vientre; lo que se había prometido a sí misma no ser.
Mi mamá se fue cuando ese bebé nació niña. Se lamentó por todo lo que yo tendría que vivir en este país.
Mi mamá se fue a los 19 años. Cuando el dependiente de la tienda que mis abuelos contrataron para que me pudiera cuidar, decidió que era una buena idea llevársela a su casa para abusar de ella.
Mi mamá se fue. No supimos más de ella. Mi abuela también se fue. Dice mi abuelo que murió de tristeza o de dolor hace tres años cuando se enteró que el señor que violó a mi mamá, salió del reclusorio por falta de pruebas.
Mi mamá se fue. Ahora yo tengo siete años, no quiero ir a la escuela, no me gusta jugar con mis primos, tengo miedo cuando mi abuelo sale y entra de la casa sin noticias. Odio cuando mis tíos se van con las señoras que vienen siempre a decirnos que alguien también se fue y que hay que ayudar a buscar.
Mi mamá se fue. Yo no me quiero ir a ningún lado hasta encontrarla y que sus manos me acaricien una vez más.
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Foto tomada del video Niñez Buscadora.
2 comentarios
Añade el tuyo →Que fuerte Miriam
Gracias por leer Maris, a veces se nos olvida que los hijos también sufren estas despariciones. Abrazo