La cabeza de mi padre

En este país, todos somos hijos de Pedro Páramo
— Alma Delia Murillo.

¿Por qué no te había leído antes Alma Delia? Admiré tu aguda inteligencia, la profundidad y sencillez de tus palabras, tu prosa poética y frescura. Leyendo tu novela autobiográfica, realicé el roadtrip a Michoacán a tu lado, riendo y llorando absorta en tu historia, con la música de Juan Gabriel en mi cabeza.

El timing para leerte fue extraño, una coincidencia loca, pues días antes en diciembre mi esposo perdió a su padre. Vi cómo al quedar huérfanos, sin importar la edad que uno tenga cuando padre o madre se van, somos obligados a madurar y convertirnos por completo en adultos. Tal como tú lo dices.

Entré en el proceso de perder y encontrar: perder la imagen idealizada del padre y encontrar lo que significa serlo. Me consumió el deseo de recuperar recuerdos, momentos y frases de mi padre que el tiempo inmisericorde ha borrado de mi mente. Por eso tus palabras fueron ecos de mi sentir y envidié tu capacidad de poderlos expresar con tal claridad y elocuencia al desentrañar mitos familiares.

Me obligaste a pensar en mi madre como mujer. Me da miedo preguntarle sobre su vida, dudas y arrepentimientos. Pero tengo curiosidad de saber cuánto le costó llegar a donde está hoy, naciendo mujer en este México machista y clasista. Aún estoy reuniendo el valor para conocer su historia y encontrar qué es lo que tenemos en común.

Tu fuerza expresiva para crear imágenes cargadas de emociones, unidas a olores y sonidos, han hecho que te recomiende a todo aquél que no ha tenido el gusto de leerte. Te desnudaste para contar una historia demoledora pero llena de esperanza y amor, mientras buscaste al padre que se fue y no volviste a ver por años. Reconstruiste la imagen de tu padre para situar su cabeza nuevamente en la foto. Contaste una realidad mexicana donde la pobreza puso a prueba la fortaleza de las mujeres de tu linaje: abuela, madre, hermanas. Mostraste tu propia fuerza y al escribir curaste heridas del pasado, reparaste tu presente y creaste un nuevo futuro.

Coincido contigo en que la literatura siempre ha sido un camino reparador y que estamos hechas de lecturas. Tal vez algún día escriba mi propia historia, para coser las heridas que me acompañan, entender quién soy hoy, abrazar los silencios y aceptar mis rarezas. Que felicidad encontrarte por el camino, compartir tu gusto por Shakespeare y ser unas soñadoras de tez morena que nos gusta ver la bondad en el mundo.

Un abrazo a la distancia, Renata.

La cabeza de mi padre
Alma Delia Murillo
Alfaguara
216 páginas

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