Hay veces que quiero quedarme dormido. Habitar en el espacio en donde se traslapa la realidad con mis sueños. En ese lugar no hay preocupación, no hay culpabilidad.
Prefiero dormir todo el día para no saber que pasa en el exterior. Dejarme vencer. Caer en ese espiral donde la cotidianidad se vuelve ilusión, en donde las cosas que suceden son fantásticas.
Para bien o para mal, se terminan al despertar.
Hay veces que prefiero no despertar. Sentirme libre pretendiendo que las cosas que dependen de mí serán resueltas por alguien más que tome las riendas de mi vida.
Hay veces que la vida me despierta. Resuelvo poner la sonrisa más falsa en mi rostro para que nadie pregunte qué es lo que me pasa. Vivir con la ridícula sensación de bienestar que no tengo.
Y así, sin ánimo, sobrevivo a diario.
La depresión en México se elevó a 3.6 millones de personas después de la pandemia de Covid, aunado a la ansiedad que esta provocó sobre todo en la población adolescente, se suma la incertidumbre al futuro, la poca estabilidad financiera y el entorno socio político que vivimos actualmente.
Tenemos que cuidar de los nuestros, prestar atención. Hay veces que la depresión y la ansiedad no se ven, pero habitan en casa, latente en cualquier integrante.