La abeja Yiya

Para Patricio, quien me devuelve a la infancia.

Es una hermosa mañana y la actividad en la colmena comienza temprano. Las obreras trabajan sin parar ya sea dentro o fuera de ella, la reina está un poco cansada de poner tantos huevos, los zánganos esperan su turno para fecundarla.

Yiya es una abeja joven y muy trabajadora, su temperamento es fuerte, digamos que tiene un ánimo de pocas pulgas ¡Ja! Una abeja con ánimo de pocas pulgas ¡Qué simpático!

La  cosa es que Yiya se enoja por todo y por nada, es muy difícil entablar una conversación con ella y que decir una amistad. Defiende su punto de vista con toda la fuerza de su aguijón mismo que muestra y con el que apunta a la menor provocación. Su instinto de supervivencia la detiene muchas veces de usarlo, pues sabe que en el momento que encaje ese aguijón ella perderá su poder de abeja. Es la ley de la vida de las abejas. Si picas pierdes tu poder.

Yiya no soporta a las personas, la ponen de un humor de perros ¡Ja! Una abeja con humor de perros ¡Qué chistoso! La cosa es que Yiya detesta a las personas especialmente a las niñas y niños, piensa que son exagerados porque en cuanto ven a una abeja se ponen a gritar y a llorar ¡Qué desperación!

—¡Sólo estoy buscando flores!— grita Yiya entornando los ojos, un día que buscaba polen.

Esa mañana Yiya despertó especialmente de malas, enfurruñada tomó un poco de polen y desayuno de prisa. Salió de la colmena haciendo un zumbido ensordecedor, todas las demás abejas incluyendo a la reina se hicieron a un lado para dejarla pasar.

—¡Qué miedo! — Susurra Pepita su vecina.

—¡Va furiosa! — contesta Tita.

Yiya vuela velozmente busca flores de lavanda, sus favoritas, su polen es lo único que logra calmar un poco su mal humor. A lo lejos ve lavandas con su hermoso color morado, se enfila hacia allá, ve a una niña con un vestido  verde, sostiene un canastito, se dispone a hacer un pic nic con sus muñecas. Yiya está decidida. Ninguna niña de vestido verde va a evitar que consiga su anhelado polen de lavanda.

Yiya se acerca ruidosa y enojada a la niña, ésta empieza a gritar y llorar, dando manotazos, esperando que eso ayude a ahuyentar a la furiosa abeja. Con cada grito y manotozo Yiya se enoja más y más, agita sus alas enloquecida, prepara su aguijón, apunta hacia el  brazo de la niña y olvida las advertencias de Sasa su mentora, quien le recomendó pacientemente que solo pique en caso de extrema urgencia. El enojo nubla su mente y sus sentidos, Yiya encaja el aguijón en el brazo de la niña, suelta un grito de dolor.

Triunfante, Yiya vuela hacia las lavandas comienza a sentirse débil, no logra llegar y cae al suelo.

Las abejas tienen un sentido que las pone alertas cuando una compañera está en peligro, así que vuelan rápidamente a ayudar a Yiya, la encuentran muy débil entre todas la llevan volando hacia la colmena.

En el hospital Yiya despierta mareada se siente frágil. Pita la enfermera le explica que al picar a la niña perdió su aguijón y su poder de abeja, de ahora en adelante no podrá trabajar fuera de la colmena, es peligroso salir sin su aguijón.

Yiya llorosa y arrepentida piensa que debe aprender a controlar su mal humor.

Moraleja: No tomes decisiones cuando estás enojado. Puede traerte consecuencias que no quieres.

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