Víctor

Víctor es un niño que juega fútbol, tiene la edad de mi hijo menor, 14 años.

Víctor es buen delantero.

Víctor está comprometido con el deporte, no falta a los entrenamientos y llega puntual a los partidos.

Víctor le manda mensaje a mi esposo para que le haga favor de pasar por él en la parada de camión frente a plaza Galerías.

Víctor es callado cuando vamos en el coche. Nos saluda de mano y juega con el celular en lo que llegamos a la cancha.

Víctor es bravo al jugar, se nota que a base de malos momentos ha forjado su coraza.

Víctor es cauteloso. Al término del partido lo regresamos al mismo punto, en el trayecto espera a que nosotros comentemos los pormenores para darnos su opinión. A veces se sube exaltado lleno de adrenalina y comenta con mi hijo sus impresiones. Lo veo de reojo, sé que espera la retroalimentación de mi esposo.

De Víctor no se mucho, no me atrevo a preguntar. Lo que sé es que está en el chat de papás y cuando confirma asistencias o responde mensajes escribe de sí mismo en tercera persona. Su ingenuidad le indica que algún miembro creerá que es su papá el que lo hace.

No sé nada de la vida de Víctor pero sé que trabaja porque le compró unos tachos a mi hijo y se los pagó en partes. Muy orgulloso le dijo “te voy pagando con lo que me vayan dando del jale.”

Sé que Víctor sonríe con inocencia interrumpida, en ocasiones la dirige a las gradas llenas de gente, pero no de su gente.

La ausencia constante obliga a Víctor a ser independiente. Por lo poco que sé vive solo o por lo menos en soledad.

Víctor se baja del coche. Agradece el favor, así no camina tanto, así descansa sus piernas.

Víctor no sabe que siempre que sube al coche, ensimismado o eufórico, yo le agradezco su presencia. Gracias a Víctor comprendemos que tener a alguien que aplauda, disfrute y vibre de orgullo no es obligación, es un privilegio que no todos tienen.

4 comentarios

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Wow cuantos Victor habrá en la ciudad donde vivimos muchos ni nos damos cuenta porque tenemos a nuestros hijos en escuelas de fútbol digamos acomodados deberíamos de apoyar más a estos niños con hambre de triunfo pero sobre todo de amor.

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