En el país de no pasa nada

La noche

En este país hasta el viento sopla suave. Los niños corren por las calles perseguidos por sus risas sin temor a nada: ni al coco, ni a la muerte. Todos los niños y jóvenes van a la escuela, donde nunca pasan hambre de ningún tipo, pues así como sus cabezas están llenas de conocimientos, la panza no gruñe y el corazón está contento. Los padres tienen infinidad de oportunidades y trabajos bien remunerados con horarios justos. Las madres pueden pagar todo lo necesario para su familia, tienen acceso a guarderías de calidad si desean trabajar y son remuneradas igual que los hombres. En ninguna casa falta el agua, la luz o el internet —que por cierto es gratuito—, y todos los autos tienen gasolina de a diez pesos el litro. En este país sus instituciones brillan por la ausencia de corrupción. Sus gobernantes son justos y honestos. Pero lo más importante, todos son libres de expresarse, libres de pensar, libres de ir a cualquier lugar teniendo la certeza de que están seguros y regresarán cada noche a casa.

¿Suena maravilloso? ¿No quisiéramos todos vivir en ese país?

Ese país es el México creado por su presidente. Un México que es una quimera. Una ficción creada por la CORRUPCIÓN DE LA PALABRA, lo opuesto a lo real. El México creado a base de promover mentiras repetidas hasta el cansancio cada mañana para hacerlas verdaderas. Quién controla la palabra controla la realidad.

La corrupción de la palabra. El presidente no es una persona con autoridad moral. Es alguien que prioriza su agenda personal, la de sus hijos y amigos. Ha destruido sistemáticamente organismos autónomos, bulleado a sus detractores, silenciado/comprado voluntades y pseudoperiodistas, atacado a científicos que son la voz de la razón, devorado fondos como el de desastres naturales, militarizado al país, olvidado invertir en escuelas, medicinas, infraestructura, seguridad y más.

La corrupción de la palabra. El poder no cambia a las personas, muestra quienes son en realidad. En este sexenio se ha destruido lo que era bueno, no corrigiendo lo malo que existía anteriormente. Años y décadas de olvido de los más pobres, un silver lining que fue aprovechado para ganar el voto popular mediante el fortalecimiento de los programas sociales. Algo necesario cierto, pero que es insostenible a largo plazo, debiendo crear todos las circunstancias para que podamos crecer a través del trabajo honesto.

La corrupción de la palabra. El presidente dice que la corrupción pertenece al PRIAN. Pero él, disfrazado de disruptor del sistema, es en realidad parte de lo mismo. Ha llenado sus filas con lo peor de lo peor del PRI y el PAN, gente que al cambiar de bando son absueltos de sus pecados. Las elites corruptas solo cambiaron de color.

La corrupción de la palabra. Las palabras se han resignificado de acuerdo a su concepción. Hay un doble discurso: lo negativo es positivo, lo autoritario es democrático. Distorsiona, cambia. La “democracia” solo es democracia cuando él la otorga. Democracia es ahora el partido de un solo hombre, el culto solo a su identidad. Democracia es la historia anterior a él reescrita de acuerdo a sus intereses. La democracia es un monólogo, no un diálogo, un monopolio discursivo replicado por sus minions. Aunque de vez en cuando el subconsciente los traiciona: cómo olvidar el “Viva la corrupción” o “Amlo llegó a la presidencia por su ambición personal” de Sheinbaum.

La corrupción de la palabra. Ha creado nuevos vocablos a ser incluidos en el diccionario. Palabras que descontextualizan, descalifican, castigan y dividen: los fifís, los neoliberales, los aspiracionistas, la clase media golpista, los traidores que acuden a las marchas, los mexicanos malos que han perdido el rumbo, las feministas conservadoras que quieren afectar su gobierno. Palabras también utilizadas para evadir temas cuando se le cuestiona, chistes de mal gusto contados en respuesta a desapariciones forzadas. Aún no le perdono los desaparecidos en Lagos de Moreno.

La corrupción de la palabra es inaugurar obras incompletas, simular que no existe el Covid y que una imagen religiosa te protege, permanecer indolente y mudo ante la violencia que roba vidas, desprestigiar a los que imparten justicia y no respetar la ley, hacer campaña desde su púlpito para promover a su sucesora, engañar a los mexicanos, crear ilusiones y castillos en el aire, saquear a México.

Los que estamos al final del olvido del presidente somos los guanajuatenses, como si Guanajuato no fuera parte de México. Nos dejó sin presas, sin recursos, sin protección. Pero eso sí, siempre fuimos el primer estado al que se le atacó sin misericordia lleno de rencor cada mañana, probablemente por ser el único estado donde no ganó en el 2018, interviniendo directamente en la elección estatal. Escapa de mi comprensión como un guanajuatense puede pensar en volver a votar por Morena.

Invito a detectar la propaganda, a no dejarnos manipular, a informarnos, a educar a nuestros hijos para que tengan un pensamiento crítico. Recordemos que Democracia es el término referido para designar a una forma de gobierno en que puede ejercerse el poder político del y para el pueblo, donde la soberanía reside en el pueblo y que se ejerce directamente o por medio de representantes. Hoy me toca a mí decir quién es quién en las mentiras, y el ganador irrefutable es el señor que vive en Palacio Nacional. Mañana estará en juego la democracia. Hago un llamado a tomar una posición con respecto a lo que sucede en México. Si ves algo de lo que yo veo, manifiesta tu oposición perdiendo el miedo y ejerciendo tu derecho y obligación de ir a VOTAR.

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