Luciérnagas

La memoria a veces parece traicionarme, como si quisiera convencerme de que no soy quien vivió esos momentos pasados. Mientras saboreo un trago de vino que me transporta a París, me pregunto si realmente estuve sentada en ese lugar o si es simplemente un recuerdo de las películas que solía ver hace años.

La solitaria mesa de mi cocina actual también evoca recuerdos más cercanos. El perro lamiendo el piso, las gotas de aceite salpicadas después de preparar las papas en gajos con comino, los trozos de zanahoria que corté para alimentar al perro mientras yo, parada frente a la estufa, repasaba mentalmente los ingredientes de la cena.

Ese repaso también desencadena recuerdos de listas, de revistas y de conversaciones con mi madre y mi abuela. Sazonar, acitronar, cortar, medir, contar, hervir… Dentro de esos recuerdos, resurge la infancia: el olor del mandil de mi madre, mis hermanos, la hora de comer sandía en el portal, la chispa de luz de las luciérnagas.

Otro salto en el tiempo. Atrapar luciérnagas con mis hijos, reírnos hasta que nos dolía el estómago, descubrir la luna en sus lunares. Memorias que se entrelazan con recuerdos de regaños, las pocas discusiones que tuvimos, sus olores, sus miradas. Las veces que contábamos la misma historia sentados en la hamaca, recordando lo que recordábamos; la vida misma atrapada en letras y fotografías.

Y se suman a mis recuerdos carpetas llenas de documentos, la escuela, el trabajo, las filas de papeles para trámites que guardo en la computadora, los colores que me embargan cada vez que pienso que ellos ya no son niños, que viven al otro lado del mar, donde sus vidas comienzan a coleccionar recuerdos. La disyuntiva de volver a casa, la oportunidad de crear, de ser una nueva historia.

Memorias, recuerdos, añoranzas, historias escritas y no escritas… lo que hicimos hace un par de segundos, el pasado que nos permite vivir este presente fugaz, que parece desvanecerse, que parece contarse de tantas maneras.

Hoy, mientras tomo este vino, celebro mis recuerdos. Brindo por cada uno de los que han sido y de los que vendrán, mientras guardo en un cajón algunos de ellos para que no se olviden.

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