Quizá tengo un problema. A mis casi 48 años y con cuatro hijos, aún me suena extraño cuando me dicen señora. Se me ocurre que tal vez esto se deba a que me siento la misma que cuando tenía 20. Al escuchar señora, siento que le hablan a mi mamá o a la vecina.
Algo parecido me sucede en el Día de las Madres y con toda la bola de connotaciones propias de la palabra. Para ser más específica, puedo mencionar adjetivos como incondicional, generosa, sacrificada, angelical, amorosa. He aquí una descripción tomada de una página cualquiera en internet:
Una madre es… esa persona que con toda delicadeza nos cuida en nuestra etapa de indecisión, nos enseña con amor a valernos en la vida y nos levanta con dulzura ante cada caída. Esa mujer que no duerme cuando estamos mal, que vive en carne propia cada uno de nuestros sufrimientos y que se sacrifica en todo.
Pues hijos míos, me temo que les ha tocado una madre simplemente mujer; lejos de ser como mi abue —ya quisiera—, tampoco soy una réplica de mi mamá… ¿o sí?
No soy ni la más angelical ni la más dulce. Estoy para ustedes, pero también me les desaparezco. Cuentan conmigo, pero también he aprendido a que no cuenten conmigo, para que ustedes resuelvan solos.
No sé si sea la mejor amiga o la mejor consejera, pero cuentan con mi apoyo y honestidad. Estoy cerca de ustedes, mas no me interesa invadirlos ni que se sientan forzados a estar conmigo.
Ya aprendí a dormir, aunque anden por ahí, y he aprendido a liberarme de la responsabilidad de las decisiones que tomen, pues no puedo vivir su vida. Estoy convencida de que la mejor manera de hacerlos hombres y mujeres independientes y generosos es no teniéndolos atados a mí. Así que disculpen que a ratos rompa el patrón de madre abnegada.
Por ello, gracias por sus atenciones con motivo del 10 de mayo. Por favor, no quiero que jamás me suban a un pedestal, ni hoy, ningún día. Estoy infinitamente agradecida por sus abrazos y besos en un día cualquiera; un «mamicha», «Lume», «güera» o «mami» de corazón. Sepan que esta mujer siempre trata de que se encuentren con ustedes mismos, que sean leales a sus valores, congruentes con sus ideales y que recuerden que Dios los ama más y mejor que yo.
Añado que lo más genial de ser mujer es ser mamá. Y aprovecho para recordar que si bien mi mamá, su abuela, agradecerá mi compañía el 10 de mayo, creo que valorará mucho más mi presencia en lo cotidiano de sus vidas. Abrazándola como la mujer que es, y liberándola de las exigencias de estos estereotipos de madre típicos del 10 de mayo, la amo y los amo.
Y como decía mi abuelita: «Como dice Lume que yo digo… estos son mis piensos».
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Añade el tuyo →Cuando mis hijos tengan la edad de los tuyos, quiero ser como tú. Un beso.