¿Disfrutar de una discusión familiar?

Leo a Irene Vallejo. Le admiro su habilidad para hablar de cómo somos los seres humanos. Sabe tanto de historia que es capaz de vernos buscar las mismas cosas en diferentes escenarios a través de los siglos. Cuando la leo me identifico con personajes de la mitología griega, guerreros, reyes, conquistadores. Ayer hizo me identificara con una pendenciera gritona. Gracias, Irene.

Me encontré un artículo suyo publicado en Milenio sobre nuestro afán de transformar a los demás. Dice tanto en cinco párrafos que me surgió la necesidad de escribir para que no se me escapen las reflexiones que me provoca. 

Irene comenta que todos practicamos el deporte universal de intentar cambiar la forma de ser del prójimo. Todos. Absolutamente todos. No sé ustedes, pero yo, aunque no lo diga, o intente callar la voz en mi cabeza, reconozco que constantemente tengo una opinión, sobre lo que los demás hacen, deciden y reaccionan. Normalmente brota una posición personal. Habrá gente introvertida a la que aparentemente esto le provoque menos desencuentros con los demás, pero para personas extrovertidas como yo, requerimos un esfuerzo adicional para cerrar la boca. También habrá quienes piensan en otras cosas menos agobiantes, pero para los que filosofamos todo el día, es necesario hacer un esfuerzo para no caer en el desagradable ejercicio interno de reflexionarlo todo, sobre todo el actuar de los demás. 

Me parece genial que Shirley Jackson haya hecho un manual de “Cómo disfrutar de una discusión familiar”, me urge encontrarlo. Curioso que Shirley Jackson sea escritora de terror, este manual debe tener mucho de humor negro. Si alguien lo consigue por favor, compártalo conmigo. Según Irene, Shirley dice que todas las familias, se transforman alguna vez en grupos de pendencieros gritones. A ver quién se anima a decirme que nunca le ha pasado, porque a mi inmediatamente me dio risa ver a mis hermanos, mi mamá, mis tíos, mis hijos y mi marido definidos todos como pendencieros gritones.  

Para participar en la batalla conviene aportar una gran indignaciónEs importante usar con agilidad un repertorio básico de recursos: la negación e inmediata contraacusación, la caricatura del contrincante, el historial de agravios y las predicciones alarmantes como amenaza. Obviamente no puedo exentarme yo del calificativo de pendenciera gritona. Basta con que vuelva a leer detenidamente este párrafo.

Coincido Irene, con tu opinión; en la lucha de estas discusiones familiares no podemos hablar de victorias, solo grados de derrota. Eso es triste. El drama familiar nos lleva a enfocarnos en los errores de los otros, en la forma en que yo recuerdo las cosas, en mi sabia interpretación. Útil sería tener esos videos rápidos e instantáneos que dices se le ocurrieron a Chiang, otro escritor,  de lo que pasó para darnos cuenta de que todos los gritones pendencieros participantes en la discusión estamos transformando con los lentes de nuestra necedad, ceguera y percepción todo lo que ocurrió. Pero sobre todo serviría para observarnos mejor a nosotros mismos en lugar de andar señalando a los demás. Cierto que nuestra memoria elige qué recordar, cómo recordar, para suavizar la dureza del pasado, pero tambien me sería muy útil tener la valentía de verme a mi misma más objetivamente, para darle un zape a mi soberbia. 

Esperar que los demás sean de tal o cual manera, me priva de gozar a las personas tal cual son. Irene habla de Pigmalión y su escultura perfecta en mármol, la cual, en la fantasía de la mitología, volvió a la vida. Aquí, entre nosotros, los mortales, vivir en el deseo que cobre vida real un mundo como yo lo supongo perfecto es una verdadera pérdida de tiempo. Vivir deseando que los demás sean diferentes produce un malestar de frustración, generado por uno mismo. Los demás seguirán con lo suyo alejándose de mí.

Irene me recordó al Padre Chucho, que sabiamente no se cansaba de decir que el querer, poder y hacer de los demás, son de ellos. El querer, poder y hacer que me pertenecen, son los míos.

La vida se nos escapa tan rápido para andar perdiendo el tiempo al desear que los demás vivan las fantasías de mi cabeza. Quiero quererlos como son. Quiero disfrutar las perfectas imperfecciones de los que me rodean y los destellos de perfección de tantos, como los escritos de Irene Vallejo. 

Gracias Irene, nos viene bien pensar en esto.

https://www.milenio.com/cultura/laberinto/un-video-de-tu-vida-entera-por-irene-vallejo

3 comentarios

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Que bien dicho, cada quien asuma lo suyo. Discusiones familiares solo confrontan y no unen. Sigue escribiendo. Te felicito.

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