De niña era la primera en dormirme en las piyamadas, dormir es mi mayor placer entre más duermo más deseo dormir.
¿Qué es ese olor? Huele a sábanas calientitas llenas de partículas de piel y sudor. ¿De dónde viene ese aroma? Es agradable y molesto a la vez, me invita a regresar a la cama, echarme las cobijas encima y cerrar los ojos. Mi madre está preocupada, cree que estoy deprimida, la verdad es que solo quiero evadir la realidad. No vale la pena estar despierta y salir al mundo: violencia, injusticia, cambio climático, virus y sus múltiples variantes.
Cuando duermo me siento envuelta en una nube de algodón suave y cálida o fresca, depende del clima. En verano el calor es fuerte, me agobia y pone de malhumor, solo en esos momentos es cuando pienso en dejar la cama, abro la venta o prendo el ventilador y asunto resuelto.
Mi madre no se da por vencida, necesita encontrar una razón de mi amor por dormir, piensa que tengo narcolepsia.
¡Por Dios! ¡13 horas! ¿No se cansa de estar acostada? Me siento entumido, me agoto por más ligera que sea esta mujer, necesito un break con urgencia, al menos que se levante al baño, a comer algo o a darse una ducha que buena falta le hace. Ojalá acepte ir al doctor como sugirió su madre, eso me dará al menos un par de horas para relajar mis tejidos y ventilarme. ¡Aire por favor!
No importa lo que haga sigue acostada, me caliento, sudo junto con ella, nada la detiene de dormir, un día de estos le van a salir llagas. ¡Es una huevona! Según ella duerme para evadirse, la gata y yo lo sabemos: ¡es una reverenda baquetona! Se me antoja abrazarla y hundirla en mi ser, no soltarla, que llegue al punto de desesperación que la obligue a levantarse y así yo pueda descansar como ella lo hace.
¡Ahhhhh! Este colchón ya está viejo, me duela la espalda y los riñones, le voy a decir a mi mamá que busquemos uno nuevo, con la mejor tecnología, que no se deforme y no me provoque estos malestares.
—¡Ahora resulta que estoy viejo, que ya no sirvo! Con gusto aceptó esta jubilación temprana.