Cuando salí de preparatoria, mi familia y yo íbamos de regreso a casa después de la fiesta de graduación, recuerdo que mi papá me dijo: “Esta es la última vez que verás a algunos de tus compañeros.” Mi optimismo adolescente deshechó de inmediato semejante idea, me parecía imposible no volver a ver a las personas con quienes convivía todos los días. El vaticinio de mi papá se cumplió, hace 26 años que salí de la prepa y no he vuelto a ver a muchos de mis compañeros.
En su libro La rídicula idea de no volver a verte, la autora Rosa Montero presenta un ensayo que en parte trata sobre el duelo, el que ella vivió tras la muerte de su esposo y el duelo de Marie Curie después de perder a su amado Pierre, en las páginas se muestran algunos fragmentos del diario de Marie, éste en particular llamó mi atención:
“Emma regresó, y tu le reprochaste que no tenía la casa suficientemente bien (ella había pedido un aumento). Salías, tenías prisa, yo me estaba ocupando de las niñas, y te marchabas preguntándome en voz baja si iría al laboratorio. Te contesté que no lo sabía y te pedí que no me presionaras. Y justo entonces te fuiste; la última frase que te dirigí no fue una frase de amor y de ternura. Luego, ya sólo te vi muerto.”
Montero habla sobre la inevitable culpa, esa culpa por no haber dicho, no haber disfrutado el momento, no haber hecho, no haber demostrado más cariño y es que la mayoría de las veces se ignora que se está viviendo algo por última vez. Se ignora, que esa visita a la madre es la última, que no se volverá a ir al cine con esa pareja, que no habrá más atardeceres en la playa, que el abrazo a la abuela en navidad fue el último, que se está comiendo o despertando por última vez. Las últimas veces están enmarcadas por la inconsciencia.
Algunas personas optimistas invitar a disfrutar cada minuto como si fuera el último. ¿Cómo disfrutar en la enfermedad? ¿En el duelo y dolor? ¿En una crisis económica? ¿Durante una noche de insomnio? ¿En el tráfico de la hora pico? La vida pasa y está llena de circunstancias, ocupaciones y momentos, es díficil disfrutar cada uno.
Las emociones—tan humanas— llegan y se van incontables veces a lo largo día, inundan momentáneamente a la persona llevándola a decir en ocasiones palabras dolorosas, hirientes o indiferentes, sin saber que tal vez sean las últimas. ¿Cuánto dolor y rencor sale de la boca en la ruptura de una relación? En ocasiones el dolor es tanto que se olvida la última vez que hubo palabras de amor y cariño.
La cotidianidad y la rutina invaden el día a día, hacen inconsciente la realidad de lo efímera que es la vida, las relaciones, el amor y los buenos momentos, se vive dando por sentado el día siguiente, contando con uno y muchos días más de vida, de noviazgo, de matrimonio, de trabajo, de salud. Se piensa que siempre hay una oportunidad más, la realidad no es así, cada segundo que pasa puede ser el último, tal vez este sea mi último escrito y no lo sepa.
1 comentario
Añade el tuyo →Ese libro deja pensando en tantas cosas pero la principal es esa que mencionas, la última vez de algo….
No nos queda mas que aprovechar el presente.