El México que me gusta

Cuando nos piden que hablemos de México, es común mencionar los tacos, el mole, los chiles y las salsas; de eso podría hablar, la comida mexicana me encanta, pero creo que sería muy aburrido. También es frecuente que se resalten nuestros volcanes, playas, pueblos mágicos y pirámides, y sí, hay muchos lugares de una enorme riqueza e historia, pero ya contamos con muchos libros para turistas. Habrá quien recuerde sombreros, mezcales, tequilas y mariachis; de estos me reconozco inexperta, a excepción del tequila, pero no quiero ponerme a hablar de tequilas.

Los Días de Muertos, las posadas y las piñatas también se suelen mencionar. Y aunque todas estas cosas las tenemos cada año, no son las más significativas en mi día a día.

Tampoco quiero hablar hoy de ese México dolido, donde la corrupción y la violencia están presentes. Para ello basta con entrar a Twitter un rato. 

Ni quiero mencionar trajes regionales, bailes tradicionales ni fechas ni personajes históricos. Mejor quiero resaltar un México con el que convivo todos los días, del cual me siento orgullosa.

Vivo en un país donde veo que la gente se ayuda. Más de una vecina recoge de la guardería a un niño que no es su hijo, porque su mamá a esa hora está en el trabajo. Más de una abuela, cansada ya por los años, sigue cuidando nietos. Más de una familia comparte su taco, cuida de un enfermo, atiende a un anciano.

Veo a miles de mexicanos que trabajan de ocho a seis, ya sean albañiles, secretarias, intendentes, barrenderos, oficinistas, obreros, dependientes…, que toman camiones, que manejan su bicicleta, que llegan agotados a casa. Los veo trabajar si bien con cansancio, también con alegría, con dedicación, con entrega. Nunca falta un radio cerca que suena alegre, aunque mal sintonizado.

Veo a una comunidad que le gusta celebrar, improvisar, juntarse. Me encuentro con personas que me dan el paso en la calle, me regresan cosas perdidas, me dan los buenos días, me dicen cuál es la fila correcta.

El mexicano encuentra motivos para la alegría. La celebración del santo, el día de la virgen de la parroquia, el término de una jornada laboral, la fiesta de quince años de la joven, a la que todo el pueblo va; la graduación, el aniversario, el partido de futbol, la feria del pueblo. Se dan cita con motivo o sin motivo, sin prisa de irse, sin formulismos, sin invitación. Somos ruidosos, bailadores, espontáneos.

Amo este México donde tengo amigos con principios y valores, gente que cuida a su familia y trabaja honradamente cada día. Veo familias con los abuelos, los tíos, los sobrinos. Encuentro matrimonios con sus hijos, niñas con moños y niños bien peinados, disfrutando de un domingo juntos. En México encontrarás reuniones de toda la familia, la cual incluye a muchos miembros; todos se conocen, se frecuentan, se quieren.

Sé de miles que ayudan al accidentado, al recién llegado, al desempleado.

En México verás mujeres que disfrutan de pintarse la boca, de arreglarse las uñas, de ponerse unos tacones, de arreglarse para ir a la fiesta o dar una vuelta.

En México aún encontrarás hombres que abren puertas y que caminan del lado exterior de las banquetas para cuidar a una mujer.

Encontrarás venta de comida en cualquier banqueta, letreros mal escritos, hoyos en las calles y casas mal construidas, pero a nadie le molesta. 

Verás niños improvisando juegos en la calle y jóvenes jugando con un balón en una cancha sin pasto. Oirás gente reír, platicar, gritar. El mexicano es alegre, bromista, dicharachero. 

En México verás contrastes: riqueza y pobreza, sí, pero encontrarás ricos y pobres que se arrodillan ante una misma imagen, con la misma fe. 

Ese es el México que me gusta; aunque sea polémico y controversial, sigue siendo cálido y colorido. Si eres mexicano, sé que sabes mejor que yo de qué hablo.

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