El mariachi

Mi abuelo paterno se llamaba Juan y le decían el Mariachi. Mi papá tiene el mismo nombre y heredó su apodo. El negocio familiar era un almacén de zapatos en el que se vendía al mayoreo; llevaba por nombre Almacenes de Calzado El Mariachi. No es raro imaginar que a mi abuelo y a mi papá les gustaba —a él aún le gusta— esa música tan tradicional y popular en mi país: México.

En muchas celebraciones de mi familia se escuchó música de mariachi. Recuerdo también que en ocasiones, en algún restaurante, mi abuelo pedía que le cantaran algunas canciones. Cuando veía al mariachi acercarse a la mesa, yo ponía cara de disgusto, pues sabía que me esperaba al menos una hora de trompetas, guitarras, violines y guitarrón, sin faltar, por supuesto, el grito característico de «Ahahaaaaaaaaaaaa haaaa». Para la niña que entonces era, no había nada más aburrido que permanecer sentada mientras el mariachi cantaba una canción tras otra.

Sin embargo, todo cambiaba dentro de mí cuando escuchaba las primeras notas de «México lindo y querido». Esperaba con paciencia mi parte favorita que canta «México lindo y querido, / si muero lejos de ti / que digan que estoy dormido / y que me traigan aquí. / Que digan que estoy dormido / y que me traigan aquí. / México lindo y querido, / si muero lejos de ti».

Era una niña y sentía una emoción tan grande en mi pecho, de orgullo y alegría por ser mexicana. Mis lágrimas brotaban al pensar que pudiera morir lejos de mi país. Ahora, a pesar de que México vive momentos difíciles, no me imagino vivir en otra parte. ¿En dónde encontraría hermosos paisajes y playas de arena blanca y mar azul turquesa?

Estoy orgullosa de mis antepasados prehispánicos y su legado que aún puedo admirar en las pirámides de Teotihuacán y en tantas zonas arqueológicas que existen en territorio mexicano. La mezcla con los españoles, si bien trágica y sangrienta, me hizo lo que hoy soy: una mujer mestiza que disfruta del mole, los tacos, los tamales, las posadas y el Día de Muertos.

Pienso que no podría vivir lejos de la música, el bullicio y la alegría que nos regalan las fiestas y tradiciones mexicanas. Me encanta comprar artesanías, y he decorado mi casa con cada una de ellas, llenándola de vida y color. 

Si pudiera pedir un don sería el de cantar con fuerza, entonación, pasión y armonía, para así entonar con mi voz llena de orgullo: «Voz de la guitarra mía, / al despertar la mañana / quiere cantar su alegría / a mi tierra mexicana…».

2 comentarios

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Me en…canto!!, y si a mi también me llegó a pasar a la hora que mi papá ( tu abuelo ) ponía a tocar a los mariachis, pero ya platicaremos de la historia real el por qué el apodo el mariachi

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