Mami, ¿jugamos a las escondidas?

Para ti, mamá, que esperas y buscas

Recuerdos, solo recuerdos me quedan de ti, hija; al menos por ahora.

Uno de tus juegos favoritos era las escondidas. Pedías jugarlo una y otra vez. No te cansabas. Si yo me aburría, papá tomaba mi lugar.

Un día te escondiste tan bien que entré en pánico. Transcurrieron alrededor de 15 minutos y no te encontraba. Sentí una angustia horrible. Sabía que no podías desaparecer de la casa; sin embargo, mi corazón latía rápidamente, mis manos sudaban y la adrenalina corría por toda mi sangre. Cuando escuché tu voz gritando: «Un, dos, tres por mí y por todos mis amigos», las lágrimas brotaron espontáneamente de mis ojos. Tú no entendías qué era lo que pasaba, mas yo sentí cómo el alma me regresaba al cuerpo.

¿Sabes? Esas frases que decimos las mamás y que tanta risa les causan a los demás: «Me volvió el alma al cuerpo», o «me tienes con el Jesús en la boca», son literales. Nacen del miedo y de la preocupación por el bienestar de lo más amado y preciado que una madre puede tener.

Hoy no estás escondida. Estás desaparecida. Para ser exacta, desde hace seis meses, trece días y veinte horas.

El día que desapareciste saliste de prisa; ibas a correr como todas las tardes. No pude decirle al agente del Ministerio Público con seguridad cuál ropa llevabas. Me pidieron una foto tuya y me di cuenta de que no tengo fotos recientes; tu celular está lleno de selfis, pero te las llevaste contigo. Una de tus amigas fue quien me proporcionó la foto que desde entonces ha circulado en redes sociales.

Desde ese momento, muero un poco cada día, igual que mi esperanza. Al principio, recibíamos pistas, que resultaban falsas. Hoy, solo silencio.

Ya no hay lágrimas ni gritos, tampoco reclamos al cielo. A veces pienso que preferiría saber que estás muerta; al menos tendría la certeza de saber en dónde estás, mas no sé nada y esta incertidumbre y angustia carcomen mi ser.

Como aquel día lejano cuando te escondiste tan bien. Te busco y te buscaré día tras día.

Hoy es 10 de mayo, Día de las Madres. Mientras millones de mamás mexicanas reciben flores, canciones y regalos, me uno a las miles de madres que como yo tienen un lugar vacío en la mesa, y los brazos expectantes de ese abrazo perdido. No espero regalos, solo escuchar tu voz gritar detrás de mí: «un, dos, tres por mí y por todos mis amigos».

Nota: esta no es una historia personal, pero representa las historias de miles de madres en México y el mundo.

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