Coincidir en un lugar común

Soy el espacio más visitado y olvidado. Me encuentran sublime aquellos que me descubren por primera vez. Créanme que es una delicia pasar de boca en boca, de persona en persona; es entonces cuando me enorgullezco y me limito a sentir esta sensación de emoción y alegría, hasta que me dan ganas de vomitar cuando las visitas son insoportables. Puedo quedar en la memoria de muchos, y hasta cierto punto me he vuelto algo prohibido. 

Desdén es lo que muchos sienten al usarme. A veces me encuentro en el parque, después de la esquina. Me usan en pintura, en escritura, en el día a día, de manera coloquial. A veces me encuentro entre comillas o simplemente en medio de una narración cotidiana. Me limito a sonreír cuando alguien me recuerda una y otra vez, como tantos viejos lo hacen al repetir sus narraciones. 

Me siento cansado de estar, pero también me alegra cuando me convierto en coincidencia de enamorados, casualidades de adolescentes que descubren el mundo a sus pies. Para quien me describe en este momento fui solo una frase de tarea, los placeres de la vida, y fui borrado del texto por ser tan poca cosa, pero sin pensarlo le di forma al berrinche de seis mujeres, por la necesidad de ir a contracorriente y de saberme útil, pero sobre todo por ser una de las causalidades que las une. 

La libertad de ser yo es que puedo ser cualquier cosa que hayas escuchado; ser ese espacio al que muchos llegan por sentirse conectados. No me importa si me vetan o me censuran porque he sido repetido. Me gusta sentirme útil porque sé que siempre estaré presente y seré refugio de muchos, porque soy solo un lugar común en donde habitan tantas frases, lugares, personas… y seis mujeres que escriben.

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