Esta vida es una lluvia de rosas

«Esta vida es una lluvia de rosas.»

Teresa de Lisieux

¡Viva la vida!

Morimos un poco cada día sin darnos cuenta.
Pensamos que tenemos toda la vida, pero tal vez ni es toda ni tampoco nuestra. 

Un primer aliento marca el inicio del camino y un último suspiro el término.
El secreto está en respirar, pero no me refiero al intercambio gaseoso en los alvéolos pulmonares ni al transporte de oxígeno a través de la sangre.
Hablo del soplo suave y apacible del aire, del espíritu.
Tal vez vivimos ya la vida eterna y tampoco lo hemos notado.

Hablemos también del tiempo, ese espacio continuo que habitamos y que estoy segura de que tiene relación con el alma.

Mi abuela murió a los 95 años.
Una noche se fue a dormir y nunca más despertó.
Un adiós merecido. 
Mi hermano murió a los 12 años.
Quiso volar y lo logró.
¿Un adiós merecido?

Me gusta creer que el tiempo es una medida íntima y particular que nos permite regular nuestras propias experiencias. Cuando pienso así, ya no hay dudas ni quebrantos.

Ojalá tenga el tiempo de descubrir mis dones, de expandirlos y de compartirlos con los demás. De arreglar mis cajones. De contar la historia de mis ancestros a los hijos, para que no repitan errores. Saldar deudas. Recuperar amores. Atrapar la luz con mi cámara y dejar en papel trozos de pasado.

Ojalá que las letras florezcan en mí, para que permanezcan como memoria de lo que fui.

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