Divago

¿Cuántas veces hemos querido comprar tiempo? Tiempo para terminar algún proyecto, tiempo para ver a alguien que se ha ido, tiempo para sanar o tiempo para disfrutar. Pero a él no parece importarle para qué lo quieres. Va lento cuando tienes prisa, y se vuelve fugaz cuando necesitas un extra.  

Él lleva un ritmo juguetón trazando una línea en la que brincamos, extendemos, arrugamos; lo vemos como un elemento paralelo a nosotros. Hay cursos, planeadores, agendas, pero aun habiendo todo esto, él es caprichoso y se maneja por sí mismo. 

Es tan complejo que mide las etapas de la vida y las estaciones del año, y nadie ha dado una definición exacta de él, ni filósofos ni físicos ni teólogos. Pero la sensación de tenerlo un poco controlado, ¿cómo sería?

Mientras divago y escribo en este presente que en breve será pasado y a la vez futuro, porque tú, el lector, podrá leer esto en algunos días, y volverá a jugar con el presente y el pasado. Pido un poco más para terminar lo que hay que hacer.

Deja una respuesta