La chancla Derecha

Ese día la Chancla Derecha supo que su esencia cambiaría, llevaba un par de años arrumbada en el vestidor escuchando ruidos y alguna que otra historia.

Chancla Derecha llegó a ese lugar con su compañera Izquierda, eran unas pequeñas piezas de color rosado que Lola compró en la tienda de deportes del centro comercial. Sus primeras experiencias las conocieron juntas al salir de la caja de cartón blanco con la pluma más afamada de ese entonces. Sintieron que la vida cobró sentido cuando fueron colocadas en los pies pequeños de Lola, en sus bases estaba repartida la presión de sus 57 kilos dejándose ir por todo el departamento.

Primero descubrieron el agua, ¡cómo era posible que existiera un elemento que las hacía moverse y volverse húmedas!, y además no resbalarse, se sintieron seguras de su ergonomía, de su poder protector para su dueña. Luego encontraron que los hilos esponjosos del tapete de baño las hacían percibirse raras, como si estuvieran entre las nubes, pero a la vez sofocadas; se divirtieron mientras Lola metía y sacaba sus pies dentro de ellas. Luego advirtieron el roce con la toalla, un roce fugaz porque ese día Lola tuvo mucho frío al salir de la ducha, tan rápido fue todo que no se dieron cuenta cuando las dejaron a un lado de la cama.

Su sorpresa fue que durante todo el día siguiente no se movieron de ahí. Después, unas manos las movieron a un espacio donde se vieron abandonadas por primera vez. Oscuridad, frío, no sabían en donde estaban, pero Derecha e Izquierda sabían que estando juntas nada pasaría.

 Unas horas después las manos de Lola aventaron un par de botas color azul, totalmente llenas de una sustancia color marrón que no reconocían. —¿qué es eso?— dijo Izquierda. De pronto la Bota más llena de la sustancia les empezó a contar quiénes eran y que hacían.

—Hola somos Bota Grande y Bota Chica. Somos las botas de hiking de Lola, la sustancia que ven no es más que tierra y agua, o lo que se conoce como lodo. Nosotras salimos todos los sábados con Lola a lugares en los que subimos y bajamos, hemos aprendido junto con ella a reconocer terrenos fáciles de caminar, meternos a lagos, ríos, subir valles, infinidad de cosas que nos llenan de energía. Al terminar sus paseos Lola nos limpia un poco llegando a casa y nos deja aquí para que la seño Luisa como ella le dice, nos acabe de acicalar al siguiente día. Esa es toda una experiencia.

Derecha e Izquierda estaban muy emocionadas, seguro que Lola las llevaría de paseo y conocerían junto con ella muchas cosas nuevas, en ese momento las Botas se fueron y al poco rato las manos de la seño Luisa las movieron, aquí era un lugar más luminoso con muchos pares de zapatos de diferentes colores, tamaños y formas. Era su primer día ahí, ¡que divertido!.

Algunos pares les dieron la bienvenida, otros torcieron un poco la suela, pero eso no les importó. Lola llevaba a algunos afuera de la casa, por lo que todos los pares construían una especie de recuento semanal, justamente habían llegado a casa de Lola un día antes del tan esperado día.

Zapatilla A y Zapatilla B eran unos tenis viejos que tenían cordones de color azul que según todos los pares, coincidían en que eran los favoritos de Lola. Tenían ya mucho tiempo y en cuanto regresaron de la calle empezaría el relato. Izquierda y Derecha estaban listas para el resumen, cuando Lola las tomo para volver a hacer el ritual del día anterior. 

—Me perdí el relato, ¡no lo puedo creer!— Izquierda estaba devastada, aunque las dos estaban creadas en la misma fábrica, siempre habían sido algo diferente, tenía un par de milímetros más que Derecha y su base era un poco más esponjosa. 

—Pronto escucharemos las historias, además estoy segura que pronto nos llevará lejos, donde los demás no conozcan y podremos aportar algo más al relato semanal— Derecha estaba feliz con mojarse de nuevo en el agua.

Así pasaron algunas semanas sin conocer los relatos, las Botas siempre les compartían mientras estaban juntas esas aventuras de las montañas, Derecha se imaginaba el olor de esos pastos de los que tanto hablaban. Quería morirse de cansancio cómo ellas y subir colinas o jugar en eso que llamaban ríos, no podía esperar más.

—¿Pero, qué diablos? —Derecha vio como ese animal de orejas largas venía hacia ella. El hocico de Bora la tenía atrapada, la baba la hizo tener repulsión, se agitaba de un lado a otro y en unos minutos toda su estructura firme se acabó.

Mientras esto sucedió, Izquierda solo podía imaginar que ya no tendría acceso a todas esas historias que algún día iba a poder descubrir, presenciar la pelea entre Derecha y Bora representaba que las separarían, ya no formarían parte de el grupo, que algo malo iba a suceder. Lola le gritó a Bora pero la perra estaba como en trance terminando de morder a Derecha.

Justo como supusó, Izquierda terminó arrumbada en otro sitio. Uno que estaba lleno de algo parecido a el lodo que las Botas le contaban, al aventarla ahí su base ergonómica quedo toda chueca, no entendió porque Bora llegó ese día a la casa, porque había decidido terminar con la utilidad de Izquierda, como era posible que todas sus aventuras que seguro iban a empezar, se truncaban con ese hocico lleno de fuerza arrebatadora, no conocería el exterior, ni podría voltear al cielo y conocer todas las tonalidades que según las Botas percibían en sus excursiones, no era justo.

No supo cuánto pasó hasta que la seño Luisa la tomó y la metió en esa bolsa de plástico con cosas que no sabía que existían en la casa. Cosas afiladas que chocaron con su suela, pelotas de Bora que solo escuchaba desde el clóset, se apoderó la incertidumbre pero por fin estaba lisa de nuevo, aunque quedó deforme pudo estirarse un poco, cual fue su sorpresa que después de tanto remolino de subir y bajar se dio cuenta que estaba en una especie de montaña, aunque era de basura, Izquierda imaginó que subía las colinas de las caminatas, a su alrededor había montones de cosas, zapatos, ropa, comida; pudo encontrar a las sandalias que alguna vez Lola compró, entendió que esa luz brillante era el sol y percibió las tonalidades azules del cielo.

En ese momento ya nada le importó, por fin era libre fuera de la casa de Lola.

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