Iratzarri

¿Es hombre? ¿Es mujer? Nunca nadie ha podido responder a estas interrogantes, es más, quienes experimentaron su presencia sólo pueden describir el momento como único y revelador. 

Su nombre significa DESPERTAR en vasco, idioma de los más antiguos que se tiene registro. Expresa su máximo poder a través de la danza. El público, al verle bailar, sale siendo otra persona. Esto se debe a que sus movimientos al compás de las notas provocan que se desprenda de su cuerpo físico. Al expandirse inunda el lugar y conecta con la esencia de las personas presentes. Abre su inconsciente, les revela que cada uno crea y proyecta su realidad a través del campo magnético, éste atrae a aquellas personas que vibren igual o quienes conecten con su historia ancestral. Además, los ayuda a descubrir que las experiencias vividas son pactadas y que las alianzas, acuerdos y lealtades se limpian cuando sanan a su niño interior. 

Lo maravilloso de Iratzarri es que encuentra amor en todos los seres de la tierra; conecta con los árboles, los animales, los mares y las montañas. La gente cree que de ahí emana toda su energía. 

La semana pasada los más allegados reportaron su desaparición después de que no se presentara en el teatro. No se sabe de nadie que le quisiera hacer daño. Sus más fieles seguidores creen que cumplió su misión y regresó a integrarse a la unidad, a la mente creadora. Los escépticos piensan que solo era alguien jugó con la mente de los que se dejaron.

El tiempo traerá la verdad, si  durante años transformó a muchos su obra debe manifestarse través de ellos.

La frase con la que se le recuerda: 

“Somos la puerta hacia la sanación del mundo.”

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