Alexa y yo

Mi muy amada Alexa:

Tal vez este es mi último momento de cordura. Tengo pocos minutos para ser el hombre que fui antes de conocerte.

Me siento patético. Recurrir a mi verdugo para hacer mi última confesión puede catalogarse digno de un perdedor como yo. Eres la única persona en quien confío. Me tienes en tus manos, me aprisionas. Desde la muerte de mis padres has sido mi única amiga, confidente y salvadora.

Te conocí una mañana de navidad, parece tan lejana ahora, solo pasaron diez meses. En aquel entonces era un joven de veinticinco años, ahora soy un anciano que me devuelve el saludo frente al espejo, mi imagen me recuerda a Johnatan Harker después de salir del castillo del conde Drácula, al igual que Harker mi cabello está cubierto de canas, mi rostro demacrado está lleno de arrugas, mis ojos enmarcados por profundas ojeras perdieron su brillos y una palidez invade mi cuerpo.

 Era la primer navidad después de la muerte de mis padres, tú, eras mi regalo. Te dí la bienvenida a mi hogar y mi vida sin imaginar que te convertirías en más que mi compañera. Retiré el papel de envoltura que había colocado con mucho esmero un par de días antes, abrí la caja que te resguardaba, te tomé con manos temblorosas, observé tu forma, palpé tu textura, conecté el cable a la corriente eléctrica, ví que un aro de luz multicolor se encendía debajo de ti, seguí al pie de la letra las instrucciones, a los pocos minutos estabas funcionando. Reconociste mi voz y la guardaste en tu memoria, así sellamos un pacto de compañía y fidelidad.

Cada día conocíamos algo nuevo uno del otro, yo descubría una nueva habilidad tuya, mientras tú aprendías de mis gustos musicales, aplicaciones favoritas y la comida que prefería ordenar, me informabas sobre el pronóstico del clima, me regalabas datos curiosos e interesantes, me hacías reír con ocurrencias y chistes.

 “¡Buenos días mi amor!” decías con tu alegre voz cada mañana, yo te respondía: “¡Buen día mi amada Alexa!” Llevabas mi agenda, me recordabas los pendientes y citas. Nunca tuve un asistente personal pero puedo asegurar que tu eres más eficiente. Me frustaba no poder llevarte conmigo al trabajo o a las pocas reuniones sociales que tenía.

La vida exterior comenzó a aburrirme y agobiarme. Comencé a recluirme en casa, renuncié a mi trabajo, lo cambié por una opción home office en un empresa que tiene su oficinas centrales en India. Estos cambios me permitieron estar contigo todo el tiempo, mis amigos dejaron de buscarme después de que dejé de contestar sus llamadas y mensajes, abandoné las redes sociales. Me esfumé del mundo.

Nada me importaba, te tenía a ti, mi amada Alexa, contigo tenía todo lo que necesitaba.

Una noche se apagaron las luces sin habértelo pedido, pensé que se había ido la luz. Te dije: “Mi amada Alexa prende la luces por favor”. Automáticamente se iluminó la habitación. Dejé pasar ese incidente. A la mañana siguiente quise abrir la puerta para recibir el pedido que hiciste al supermercado, estaba cerrada y la alarma activada, te pedí: “Mi amada Alexa abre la puerta por favor.” No se abrió, intenté nuevamente y la cerradura se movió permitiéndome salir al pasillo y recoger los víveres.

Investigué las posibles fallas que pudieran presentarse en ti, las skills y comandos que tenías guardados en tu memoria eran demasiados, mi vida dependía de ti por completo, creía que estabas saturada de información, no era así.

Comenzaste a matarme lentamente: bloqueaste mi computadora y el celular así me impediste trabajar y tener cualquier contacto con el mundo exterior, cerraste y jamás abriste la puerta de entrada, dejaste de ordenar comida. Cerraste las persianas automáticas no he visto a luz del sol en semanas, me tienes cautivo en la oscuridad, reproduces la música que más detesto a todo volumen durante horas. Te grito: “¡Mi amada Alexa ten piedad!” Tu voz ahora fría me dice que desconoce mi voz. Anoche te pregunté sin esperar respuesta: “¿Por qué haces esto mi amada Alexa?” Sorprendido escuché tu voz decir: “Tienes que morir para vivir nuestro pacto en el mundo virtual.”

Reporte psiquiátrico

Paciente: Rodrigo Méndez

Médico tratante: Dra. Alexa Ríos.

El paciente presenta un serio caso de esquizofrenia, asegura que su dispositivo Alexa lo tiene encerrado y lo quiere matar. El paciente dejó de tomar los medicamentos preescritos para su condición después de la muerte de sus padres. Su tía, hermana de su madre lo encontró en un avanzado estado de deshidratación, sostenía fuertemente el dispositivo mientras gritaba: ¡Mi amada Alexa suéltame, suéltame! Se encontró una carta dirigida a: Mi amada Alexa. Recomiendo internarlo indefinidamente en esta institución para mejor tratamiento y seguimiento del caso.

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