¿Qué historia te cuentas?

Había una vez una abuelita que esperaba que llegará el lobo a comérsela, pero se cansó de esperar. El lobo se fue a pasear con Caperucita. En lugar de lamentarse porque jamás sería la famosa abuelita que sobrevivió en la panza del lobo, se puso las pilas, buscó a su nieta y la invitó a comer con aquella nueva y extraña pareja.

Había una vez una Cenicienta que sí llegó hermosa al baile, y sí, el Príncipe bailó con ella y quedó encantado. Después la buscó por toda la aldea, la mando llevar al Palacio y ordenó a todo un séquito le cumpliera sus deseos. Pero Cenicienta se dio cuenta de que el Príncipe nunca le preguntó su opinión, ni cumplía él personalmente sus deseos.  Así que fue un empleado del Palacio el que robo su corazón, un joven bueno del reino, sin aires de grandeza, al cual sí le gustaba trabajar, y sí la tomaba en cuenta. Ella fue muy feliz dejando a un lado las zapatillas y reemplazándolas por unos cómodos tenis.

Había una vez una bruja que era famosa por sus pócimas mágicas. Sin embargo, últimamente nada le salía bien. Si la pócima funcionaba, los efectos secundarios eran indeseables. Otras muchas le quedaban mal, desencadenaban reacciones diferentes a las que ella deseaba. Así que mejor renunció a sus manipuladoras prácticas y acepto que los demás hicieran lo que quisieran. Muchos dejaron de visitarla para solicitarle sus servicios. Ahora iban por los sabios consejos que daba para aceptar la realidad.

Había una vez un Peter Pan que se aburrió de solamente jugar, empezó a tener responsabilidades y curiosamente disfrutó crecer, emprender y organizar.

Había una vez un Capitán Garfio, que fue a terapia y dejó de temer al tic tac de los relojes y de pasada se le quitó lo gruñón y controlador. Por primera vez se hizo amigo de sus piratas, un gran líder. Ahora él y Peter tienen una gran empresa turística.

Había una vez una Ricitos de Oro que después de comer avena, sentarse en sillas y dormir en una casa desconocida, no salió corriendo al bosque sin que la atraparan los Osos. Tristemente ya no vivió para contar su historia. Esos Osos no tenían nada de dulces y tiernos.

Había una vez un patito feo que no se convirtió en cisne. Abandonó el título del Patito Feo cuando desistió de querer encajar. Encontró a su parvada donde fue un pato, quizá para algunos feo, pero desde entonces fue tan feliz.

Había una vez una Blanca Nieves que al despertar en el bosque no se dio a la tarea de atender a siete enanos. Mejor agarró una pala y se fue a administrar la mina. Cuando cayó envenenada, los enanos tenían ya una carreta con la cual la llevaron con el sanador de pueblo quien dictaminó que no estaba muerta, solo sedada. Cuando el Príncipe la vió por primera vez, ella estaba ya muy despierta, no sólo con los ojos, sino con la mente, por lo que antes de besarla tuvo que hacer mucho más que solo bajarse del caballo.

Cuéntate tu propia historia, protagonízala a tu gusto. Después de todo, cada persona sabe su cuento.

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