Lulú

Estoy jugando a las comiditas. Me encanta mi muñeca Lulú. La tengo sentada en una sillita, de la cocina me traje unas galletas molidas y le estoy dando con una cucharita de comer. Oigo un portazo, salgo corriendo a ver quién llegó. Mi papá hoy no me sonríe, me quedo quieta viéndolo. Él no se da cuenta de que estoy ahí. Se ve muy enojado. Mi mamá se queda paralizada. Solo dice: «Ay, Roberto, escúchame». Él no contesta. Le brillan los ojos. Se ha puesto rojo. Agarra una silla del comedor y la estampa contra la mesa. Me tapo los oídos y cierro los ojos. Salen volando platos y cubiertos. Agarra otra silla. La avienta. Cae sobre Lulú. El platito sale volando también. Yo no me muevo. Mi papá agarra las llaves del auto. Da un portazo. Se escucha el auto arrancar. Le digo a mi mami que no llore. Me dice que me vaya al cuarto. No me voy. Me paro en un rincón. Ella agarra la silla, también la avienta. El ruido me asusta. Me vuelvo a tapar los oídos. No puedo llorar. No puedo gritar. No puedo moverme. Mi mamá se sienta en el suelo. Grita. No me acuerdo qué grita. Avienta los cubiertos que le quedaron cerca, los platos del suelo vuelan. Yo me hago una bolita en el rincón, así me quedo hecha bolita. Se me revuelve el estómago. Pasa un rato, mi mamá ya no está. Salgo del rincón.

Entre todo lo roto, veo a Lulú. Lulú está rota. Mi Lulú está rota. Eso no puede ser. Me tapo la cara y dejo de llorar. Tengo ganas de vomitar.

Estoy haciendo la comida. Me encanta prepararlo todo. Llegan a comer, hace algunos años las cargaba y ahora están tan grandes. Se escucha la puerta. Maldita sea, llegó enojado, empieza a regañar, a discutir. Tiene ese brillo en los ojos, la cara le arde. No se calla, ya ni escucho lo que dice. Le gritan. Yo guardo silencio. Me hago para atrás. Avienta la mesa. Hay gritos y llantos. Mis niñas lloran, quisiera no verlas llorar. La impotencia se instala en mi cuerpo, no me puedo mover. El miedo paraliza mis labios. Me ausento y observo como si no fuera yo la que está ahí. Sigue vociferando, aventando, retando. Amenaza con irse, ellas lloran, lo quieren detener, aun así, sin ni siquiera voltear a verme, se va.

Mi rincón se ha convertido en mi silencio. Mis Lulús ahora son de carne y hueso. ¿Hasta cuándo dejaré de llorar?

5 comentarios

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Lo peor de todo es el patrón q se repite,hay q trabajar muy fuerte para cambiar estas situaciones!!Un beso Lume se q tu estas trabajando!!!

Que fuerte realidad, romper y enseñar a esas Lulus que eso no es normal, que hay mejor forma de vivir! Grxs x compartirlo de esta forma tan creativa!

La violencia todo lo rompe. Me encantó el uso de los puntos y seguido, le da contundencia a cada momento, cada grito, cada golpe, cada dolor.

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