Me condenaron a muerte. Vivo con un reloj sobre de mí, es como ser taladrado por el constante tic-tac que marca la cuenta regresiva de lo que me queda de vida. Trato de no hacer caso, de vivir el día, de no pensar que traigo a la muerte pisándome los talones.
La sentencia fue firmada hace 5 años, cuando me detectaron metástasis provocada por tumores en los riñones. Desde entonces, así como entran las quimios y demás medicinas que trabajosamente empapan mi ser con destellos de esperanza, así cubre mi mente el constante pensamiento de que debo, por lo menos, llegar a los 40 años. No porque sea importante esa edad, simplemente por aferrarme a la idea de concluir la década junto con los planes que tengo.
En unos días es mi cumpleaños, dicho número se sumará a mi vida, sigo respirando, sigo viviendo. Tengo tantos proyectos, pensé que para estas fechas iría concluyendo todo lo que quería hacer pero no es así, contrario a esto sigo soñando, deseando y sumando planes a futuro.
Debo prever más, trabajar más, ahorrar más. ¿Qué harán mis hijos sin mí? ¡Dejaré sola a mi esposa! ¡NO PUEDO MORIR!
A solas, en la obscuridad, imagino que estoy en mi tumba, me da claustrofobia al pensarlo, sudo frío. Escucho los lamentos de mis familiares, quiero gritar pero retengo el impulso porque cuando llegue la hora no podré hacerlo. El miedo me invade y la frustración me desgarra por dentro. Debo de permanecer fuerte, alegre, vivo una angustiosa tranquilidad, no quiero preocupar a los que amo. Me pregunto si ellos fingen también.
Este mundo sin mi seguirá girando, mis hijos crecerán ¡CRECERÁN SIN SU PADRE! No los veré graduarse, ni salir por primera vez con una chica, no veré esas mariposas del primer amor en sus ojos. Seré una sombra en su recuerdo, algo que añorarán siempre sin poder tener ¡NO QUIERO CAUSARLES ESE DOLOR! Mi esposa ¡POBRE DE MI ESPOSA! padecerá la carga de ver ese inevitable sufrimiento en ellos. Me parte saber que la dejaré a la deriva en el portal de la pérdida, el duelo y la soledad.
Todo este brebaje de sentimientos me sofoca el alma y estalla envenenado cada rincón de mi ser ¿Qué se hace cuando la enfermedad reina en tu vida? ¿Cómo le digo que no es bien recibida, que se equivocó de huésped, que aquí todavía me necesitan, que ¡YO… TODAVÍA NECESITO LA VIDA!
¡ME NIEGO A MORIR!