Cuarenta y más

Matilde empieza la mañana como todos los días: se levanta, respira profundamente tres veces y camina por el pasillo; hace una primera parada, abre la puerta de la recámara de su hijo y dice: «Ya es hora de levantarse». Si hay tiempo se acerca y le da un beso, reanuda su camino hasta la recámara de su hija, donde repite las mismas acciones. Lo que sigue es su rutina matutina diaria: hacer el desayuno y despedir a su hija e hijo, que se van a la escuela. Más tarde acompaña a su esposo a la puerta y lo ve alejarse hasta perderlo de vista al final de la calle.

Cuando por fin tiene la casa para ella sola, se baña y reproduce una playlist titulada «Música latina de los 90». Le gusta escuchar lo que ahora llaman «música del recuerdo» mientras se viste y arregla, momento que puede durar media hora o hasta una, ya que ha incorporado nuevas cremas y aceites para cuidar su piel y su rostro, así como una nueva rutina para peinar su cabello.

Se mira en el espejo mientras en su celular comienza a sonar una canción que fue muy popular en 1994: «Señora de las cuatro décadas». Suspira y dice en voz alta: «La señora de las cuatro décadas era mi mamá…» y añade: «ahora soy yo». Recuerda cómo en aquel entonces, con 16 años, escuchaba a su mamá cantar esa canción con tanta emotividad; a esa edad pensaba que ser cuarentona era la entrada a la vejez, y no a la madurez. Su adolescencia le impedía ver a su madre de otra manera que no fuera una señora a quien los mejores años le habían pasado. Por eso temía tanto llegar a los cuarenta.

Y ahora, al ver cómo las canas asoman entre su cabello, se ha percatado de que a sus 43 años se siente tan llena de vida. Ha decidido que unas cuantas canas y arrugas, inclusive el insomnio intermitente, no la van a definir. 

Piensa que en tres años ha crecido como persona más que en los cuarenta anteriores; que cada día es un reto constante que le trae nuevos aprendizajes. No cambiaría por nada la sensibilidad de apreciar la luz del sol filtrándose entre las nubes, ni el sabor de la comida al degustarla lentamente, ni la comprensión de que el placer no se limita a lo sexual y que la lectura alimenta la mente y el espíritu.

La canción ha terminado. Ella reflexiona, sin duda alguna, que quien la compuso no tiene la menor idea de lo bien que se siente ser la señora de las cuatro décadas. 

5 comentarios

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Cuarenta este año. No supe ni como pasó. Aún no llegó a la parte donde se come despacio jejejeje. La bebé tiene mucho que ver. Pero aprecio la maternidad mucho más que hace 20 años que nació el primero.

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