Ausencias

No te detengas en mi tumba a llorar.
No estoy ahí, no estoy dormida.
Soy un millar de vientos que soplan,
soy la suave nieve que cae,
soy las gentiles gotas de lluvia,
soy los campos de granos maduros,
estoy en el silencio de la mañana,
en la prisa agraciada
de hermosas aves que vuelan en círculo.
Soy la estrella de la noche,
estoy en los pétalos que florecen,
en un cuarto silencioso,
en los pájaros que cantan,
en cada pequeña cosa.
No te detengas en mi tumba a llorar.
No estoy ahí, no estoy muerta.

Mary Elizabeth Frye

Ausencias

El otro día, mi hijo menor le preguntó a mi marido respecto a cómo un compañerito de la escuela podía ser feliz a pesar de la muerte de su papá. «¿Cómo puede vivir sin sus abrazos y sin su protección?». Pregunta difícil de responder para David, ya que él perdió a su padre a los siete años.

—Cuando mi papá estaba enfermo en el hospital, yo no entendía bien lo que pasaba, solo me decían que estaba grave —afirmación que para un niño es casi incomprensible—. Recuerdo que pasé la tarde llorando sobre una almohada y viendo un crucifijo en la pared, pidiéndole a Dios que no se lo llevara. Duré muchos años extrañándolo, pero duré más tiempo sin comprender el sentido de su ausencia. Cuando jugaba o estaba con mis primos, la pasaba muy bien y poco a poco logré controlar las lágrimas que salían solas por las noches. El nudo que se había instalado en mi estómago y garganta desde el día de su muerte, con el paso de los meses comenzó a disolverse, pero realmente nunca dejas de extrañar la presencia física de un padre. Ya que crecí, comprendí que nadie tiene la vida asegurada, y de ahí viene la importancia de valorar cada momento, pero, sobre todo, escoger concienzudamente qué es lo que quieres dejar de ti para que perdure en la gente que amas. No es cuánto tiempo vives, sino cómo lo vives y con quién lo compartes.

Iban en el coche. Las gotas de lluvia cubrían el parabrisas así como las lágrimas cubrían los ojos de padre e hijo, fundidos en un abrazo enternecedor. Desde la mañana que me lo platicó hasta este momento, no he podido sacar esas imágenes de mi mente. Mis pensamientos divagan en torno a la importancia de lograr transmitir a nuestros hijos que la muerte forma parte natural de la vida y que, al ser energía, solo cambiamos de estado, pero nunca estamos desconectados de los seres que amamos. Pero también me ataca el miedo de imaginarlos sin mí o sin su papá; me carcome el alma pensar que tuvieran que atravesar por el turbulento proceso de entender que su vida cambió para siempre. Padres e hijos, ¿dónde comienzan ellos y terminamos nosotros?

Luego, en un pódcast, escuché que son los apegos los que nos hacen sentir así; como vivimos desde la individualidad, nos cuesta entender que procedemos de la unidad y todos somos parte de un plan mayor. De verdad que lo comprendo, pero a mi corazón le falta madurar. Al final, nadie sabe qué hay en el más allá, pero la mayoría estamos seguros de que al morir fluimos hacia algo bello y, sobre todo, que de una u otra manera, al partir hemos cumplido con lo que vinimos a hacer en este plano. 

Aceptar sin rodeos que vamos morir es simplemente fluir en paz hacia lo inevitable. 

Imagino a mi esposo de niño exigiendo explicaciones y me enternece pensar en todas las batallas en soledad que tuvo que librar para lograr entender que ni la vida ni la muerte se tratan de justicia. Quiero pensar que con el paso del tiempo el compañero de mi hijo podrá comprender que las ausencias duelen, pero que también inspiran a seguir, a vivir, a disfrutar, porque es la única manera de honrar a aquellos que partieron. Somos, como dice la tradición japonesa a través de la técnica kintsugi: vasijas quebradas y resanadas con pegamento de polvo de oro; este nos recuerda el dolor sufrido y que poco a poco va quedando atrás.   

12 comentarios

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La ausencia duele. Pero se aprende a vivir con ella. Muy bien dices hay que honrar a los que se van. Más a los que se van siendo jóvenes, como mi hermano. Desde el.dia que se fue, le.prometi vivir con intensidad todo lo que a él le faltó por.vivir.
Gracias denisse por tus palabras.

Gracias por leer Lupita. Así es, los que se van muy jóvenes hay que honrarlos disfrutando nuestra propia vida,
ya que tratar de vivir por alguien más nos desconecta de nuestro destino. También comprendiendo que todo responde a un plan mayor aunque sea doloroso para nosotros. Un beso.

Ay amiga esta padrisimo el escrito! Me encanto y me saco la lagrima! Y así es vivir la vida al máximo y siempre recordar a los que formaron parte de nosotros

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