Una lista antes de morir

I am worried about death,
I see it everywhere around me,
closer… every time I look around.
—Diálogo interno.

Tengo obsesión por la muerte. Leo libros o artículos sobre personas que cuentan experiencias sobre sus últimos momentos de vida y lo que han aprendido sobre ella. Busco dilucidar enseñanzas trascendentales sobre cómo vivir la vida, encontrar sentido y no morir en el intento. O tal vez busco cómo es la muerte, pues al final es algo en lo que obviamente no tengo experiencia, pues solo morimos una vez. Por supuesto que en mi mente han ocurrido miles de muertes, puesto que, cada vez que hice una elección de vida, dejé morir otros futuros posibles en el camino, llenando mi cementerio de futuros no realizados.

Hay también vidas paralelas que han desaparecido ya. Mis abuelos han partido, amigos se han ido, conocidos ya no están aquí; muertes que, aunque duelen, se sienten a veces lejanas. La única que he sentido cómo me parte el alma, es la de mi ángel en el cielo, mi bebé que un día conoceré. Muerte… entre más trato de evitar pensar en ella, más la veo por doquier y la encuentro en todos lados: en canciones, libros y películas; en noticias, conversaciones, en el fondo de mi mente. Ella me acompaña cada día, está a mi lado siempre, llega de improviso en cualquier momento. La observo aún más cercana en estos últimos meses. No sé si es una etapa pasajera, si es esta maldita pandemia o tal vez la edad en que ahora me encuentro, pues sé que tal vez ya viví mas de la mitad de mi vida, aunque por dentro me sienta de veinticinco.

Lo cierto es que al final lo único real, nuestra única certeza, es que todos tenemos asegurado el fin. Pienso entonces en las personas que sufren un proceso largo de dolor antes de morir, también en las que mueren repentinamente, sin poder decidir cuál muerte prefiero cuando mi esposo me hace esta pregunta. A veces me decido por una ya pasando los noventa años, mientras duermo en mi cama soñando sobre lo vivido, como mis abuelas cuya longevidad me auguran una larga vida. ¡Tonta! ¡Como si yo pudiera decidir!

¿Qué me preocupa de morir? ¿A qué le tengo miedo?

Pienso y recuerdo.

Me quita el sueño faltar a las citas importantes en la vida de mis hijos. Me preocupa no dejarles los suficientes medios para que vivan, estudien o sueñen. Pero me preocupa aún más no dejarles suficientes recuerdos felices y el conocimiento de que fueron, son y serán amados por siempre.

Me angustia ver cómo el tiempo se me escabulle entre los dedos cuando intento detenerlo, hasta el momento en que el tiempo por vivir ya no sean años sino meses; no meses sino días. ¿Cómo puedo lograr entonces que todos los planes quepan en un número finito de horas, minutos y segundos? Tengo hambre de llenar mi tiempo con cosas que me hacen feliz, una ansiedad por devorar todo lo que puedo, de alargar instantes hasta el infinito.

Sí, ahora el tiempo parece acortarse. No me alcanza para cumplir los sueños que hice de niña, las listas de deseos que escribí de joven, las tareas escritas en el calendario. Aún recuerdo mi lista de «cosas que hacer antes de morir», donde incluía cuáles lugares visitar, cuántos idiomas aprender, cuántos hijos tener. Solo sueños. Algunos se materializaron, otros no.

Sí, me gustan las listas. Siento que al tachar una tarea he logrado hacer algo útil con mi vida, que mis actos no son fútiles, que mejoré algo para mí o para los demás. Y sin embargo, hacer listas se ha convertido en una trampa, pues me ha hecho creer que tengo infinidad de tiempo para realizarlas, cuando en realidad mi tiempo aquí es finito. ¿Por qué actuamos los humanos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo? Esas listas ahora me engullen, me atormentan.

Entonces, otra vez: ¿A qué le tengo miedo?

Lo que me duele o asusta no es la muerte, sino el deseo infinito de tener más tiempo, el deseo de tener vida.

Ahora mientras escribo estas líneas, me asaltan las dudas.

¿Para qué escribir y proyectar una vida? ¿Por qué la presión de querer cumplir con todas y cada una de esas líneas escritas en un estado de euforia por vivir? Leer la mayor cantidad de libros que me sea posible no me dará todo el conocimiento que existe; viajar no pasará de ser anécdotas prestadas; poseer una casa más grande no me hará más rica; acumular experiencias no es necesariamente una buena vida. ¿Eso es lo que seré al llegar el final? ¿Un cúmulo de cosas realizadas y otras por cumplir? Para llenar mi vida de qué ¿significado? ¿éxito? ¿vivencias fuera de lo común? Para enriquecer mi vida es necesario ¿comer en los mejores restaurantes?, ¿tener la bolsa más cool? ¿ser amiga de quién? ¡Todo eso para qué! Se nos va la vida en detalles triviales: qué comprar, a quién visitar, qué es lo que hoy se tiene que hacer.

Al morir, los logros parecerán ridículos, lo que acumule será inservible. Por ello, no quiero ahogarme más en hacer tanto que me pierda el hoy. «Pausa, detente, respira», me digo a mi misma, «al final las pequeñas alegrías son las que componen momentos de felicidad pura. Vivir para vivir, no coleccionar».

No sé si lo único que quedará al final será el silencio, mientras camine al filo de mi existir. Lo que sí sé es que cuando me llegue la hora de irme, no haré más listas de deseos. Quiero que la muerte me encuentre tranquila, tal vez en mi lugar al que pertenezco, con una taza de té, un libro, rodeada de mis personas favoritas. Quiero verla tranquila a la cara y decirle que está bien, que es el momento perfecto, pues tuve una vida bien vivida.

7 comentarios

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Vivir cada dia como si fuera el ultimo. Lo escucha uno mil veces, y si en cierto modo es trabajar cada dia, y dejar fluir para avanzar y abrazar cada momento en cualquier lugar, situacion y persona. Un abrazo mil felicidades escribes desde el corazon. Tq.

Amiga que hermoso me sumergiste en mi propia angustia de partir antes de disfrutar a mis nietos
En los recuerdos de mis seres queridos que ya partieron
Y me enterneciste conmigo tu bebé que está en e cielo
Gracias por compartir
Te quiero mucho

Hola Sel. Muchas gracias por leerme. Dicen que todos los escritos son sobre el amor, vivir y morir. La muerte es un tema que me mueve mucho. Un abrazo grande.

Hermosa reflexión. Una querida madrina me decía que nos preparamos para tantas cosas: para hacer la primera comunión, para casarnos, para tener un hijo y no lo hacemos ni para vivir la vejez ni para la muerte. Y a los hijos tampoco. Asumimos a nuestros padres como guías y protectores y a menudo no aceptamos ir cambiando esos roles en la medida que nuevas necesidades van surgiendo. Me ha encantado leer tu reflexión.

Hola Cris. Muchas gracias por dejar unas palabras en mi escrito. Asi como dices no me siento preparada para la vejez ni para la muerte aún. Pero en esa búsqueda estoy. Me da mucho gusto escuchar lo que otros piensan de lo que escribo. Un abrazo

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